(A la memoria de Ariane)
Hace falta valor, intrepidez, -¿cobardía,
estupidez?- resolución, estar hartos de todo,
no encontrar tiempo ni lugar ni estímulos
enredados en un desequilibrio profundo.
Asumir la idea de disfrazar la vacuidad obsesiva
y liberarla. Sentir en el deseo de morir
una suerte de perpetuidad o gozo en el no dolor,
la mayor libertad posible en nuestras manos,
el regreso absoluto al antes de nacer.
Defender la muerte ante la vida con un destino
cruel incontrolable e irreversible;
reafirmarse en las ganas por acabar;
no ser dolor ni constancia, no ser nada;
sin escepticismo, con fina ironía de ilógica
cordura, sin residuos de añoranzas vanas;
convencido, abierto como una encantación
a ese trazado enigmático –galería de azogues
de tiempo sucesivo- de enorme eternidad,
que se perfila soberano.
Vacuidad…
A partir de ese momento, nada: cesa
-en recorrido emotivo por nuestra barahúnda
mental- el sinsentido absoluto. Sin gnosis,
sin acción, sin infortunio, sin más expectativas.
Causando desconcierto quizás como legado
apocalíptico de ineludible dolor…
Teo Revilla Bravo.
Como siempre, como es tus costumbres...entregas serenidad hasta en la dureza de lo plasmado. Precioso poema, sublime...un encanto. Mis besos Teo.
ResponderEliminarRocio