viernes, 7 de junio de 2013

MUERE LENTAMENTE EL SOL...




Te has vaciado en arcadas, paladeando el ácido de sus palabras en el arco abismal de tu garganta. Rotura incierta que se evapora como el humo, dejando el alquitrán pegado a las entrañas.
Sumisa delante del espejo, recreas paso a paso los hechos que te desbastan. Siempre él, en las escalas del tiempo que miden las desgracias. Y te dices, y te prometes y no vale de nada. Porque al mirar de nuevo su cara, caen como racimos de uvas maduras tus propósitos sobre la almohada.
Vuelves a empezar cada mañana y al llegar la noche, percibes entre las nieblas de tu cuarto, los fantasmas acostados entre las sábanas. Te rozan con sus fríos pies, te tocan con sus manos heladas. Susurran su nombre en tu oído dejando sus fétidos alientos aglutinados en los vértices del alma.
El miedo sacude el cuerpo, el sueño se espanta, la piel recibe el impulso llenándose de gotas saladas; en las retinas cerradas se proyecta con una claridad diáfana, los ojos oscuros que invaden las ganas.
Ya no dormirás en tibias primaveras, ni pisarás la hierba bañada de rocío. En los augures picos de las golondrinas, que hacen nido en la cornisa de tu casa,  el trino se descompone anunciando la noche más larga de un gélido invierno dormido.



*Rocío Pérez Crespo*


No hay comentarios:

Publicar un comentario