Pero…
Aprendo a usar los huesos como
cimbreantes masas, volcando onzas de voluntad sobre una piel que ya no
demuestra firmeza…
Deslizo los sentimientos hasta la zona abisal, como si no importase el estallido en las
tripas de un hambre que no encuentra sustento para abastecerse. Callo y miro al
frente, intentando ser la mancha de color en las alas de una mariposa que yerra
hacia ninguna parte.
Por las noches, vómito toneladas
de recuerdos para vaciar los sesos de espesuras y, así, notar el liviano
estremecimiento de una corriente de aire frío que se cuela por los orificios
descosidos de este cuerpo que ya no duele.
Porque no quedo más que yo en
esta realidad de ausencia, pronuncio palabras llenas que no escucha
absolutamente nadie…
*Rocío Pérez Crespo*