jueves, 5 de abril de 2018

GRACIA...



Mis manos están abiertas como las alas de una mariposa,  entrelazo los dedos y simulo su vuelo, despacio, sutil, de colores…
Veo la huellas del tiempo reflejadas y, siento que aunque por fuera todo decaiga, mi corazón se mantiene fresco. Joven, lozano, con ganas…
Hay espacio entre lo que aparento y lo que soy, entre las miradas que se depositan en mí y aquellas que realmente me ven.
Me traga la soledad y explosiona la algarabía en mundos distantes y finitos chocando con aquellos lejanos e interminables que decoran los albores de esta mirada sorprendida. A estas alturas de la vida no dejo de admirar todo los milagros que se me ofrecen…impresionantes momentos que hacen de esta mortal, la inmortalidad  o la exaltación latente que me demuestra a golpe de calendario, de reloj o de pasados  que dentro de mi vida hay mucha vida, más que ofrecer y mucho que otorgar todavía.
Y justo en ese preciso instante, cuando la confirmación de que respiro implica un algo más que un añadido rutinario y sin gracia, es cuando regresas entre las brumas de la conciencia y afirmo y reafirmo y ratifico que eres la parte más hermosa, la más linda, la más sencilla, la que me hace mujer y me ensalza.


*Rocío Pérez Crespo*

TIEMPO...


Como un anacoreta, lego con la tierra, bajo el manto negro que te sostiene; mis ojos se pierden en las profundidades de los realces entre un pasado soñador  y un  presente con sabor arcaico. Neblinas que me recubren de aires gastados.
Sabiendo que el légamo cubre la parte de tu orilla; te encaramas altanero y desafiante sin importar el peso del tiempo, sin reproches. Serenamente estás.
De cómo te puedas ver con la claridad del alba, a como te veo yo cada mañana…o en esta noche de negada luna, al otro lado del reborde, dejas tu impronta en la laguna desdoblándote en el horizonte.
Y no puedo emitir palabra, solo recordar tu nombre. Mientras, oteo entre la espesura  las delicadas figuras de lo que  fue y lo que es, en un vetusto ímpetu de viento que sigue oliendo  a diamelas;  me sumerjo en el silencio del crepúsculo  más cerrado, ante el  marco de viejo adobe, del tiempo estancado…te saludo.




*Rocío Pérez Crespo* 

A ESE AMIGO ETERNO...


Una campana repica en el viento, eco dormido,
el sonido lejano y reconocido del añejo metal.
Busco el aliento divino sesgado en minutos de cristal,
pan ácimo en mi boca, pétalo roto en un último gemido.

Comprimidos en un frasco guardó mil secretos…
Mi fe, mis esperanzas…mis sueños gastados, muertos.
Y al levantar estos ojos agotados y sin embargo abiertos
me choco con la cruz que guía estos pasos sujetos.

Me reflejo ante tu forma inerte y marmórea
en el sufrimientos de los ángeles que velan tu suerte…
Dorados querubines de inquebrantable mirada solerte
como un corro férreo ante tu sangre corpórea.

Queda la promesa suspendida en el aire, como una pluma
en el rojo fulgurante de la vidriera, liviana luz que penetra…
Y adormece el sentido de esta penitente que a tus pies se muestra,
cansada de andar cien caminos para yacer reconfortada en tu eterna bruma…


*Rocío Pérez Crespo*