Brike black y un diario rojo



BRIKE BLACK Y  UN DIARIO ROJO.

Me he comprado un diario esta mañana cuando he ido a la librería a por la prensa, en realidad siempre me pareció una estupidez dejar tus pensamientos escritos para poder martirizarte cuando pasado el tiempo los vuelves al leer.
Porque a fin de cuentas, esos diarios, casi todos marcan un punto para sus creadores. Y en  todos, se dejan impresas formas y fondos oníricos, como también valles de lágrimas..., entonces, ¿para qué recordar tan vivamente esos momentos, cuando ya no los tienes?
Pues bien, he pasado cuatro pueblos de esa idea y, aquí estoy…con un diario de color rojo (yo creo que ha sido la tonalidad, más bien cereza,  lo que me ha impulsado a adquirirlo)  y un montón de paginas en blanco. Posiblemente cuando lo terminé, lo romperé.
También le he puesto un titulo, no sé para qué…pero bueno, puesto lo dejo. Me da la sensación que me aburro un poco, eso creo. Porque verme aquí, con mi pluma manchando páginas no es normal en mi carácter y, mucho menos sacando fuera lo más intimo…anda que, ya me vale.
¿Sabes?...voy a  dejar  de elucubrar, lo mejor es empezar.


Capitulo I…17 de Enero…Me doy cuenta.


Decadencia.
Esa es la primera palabra que me viene a la cabeza cuando miro mi entorno. En lo que me he convertido, en todo lo que no he vivido y en todo lo que no voy a vivir.
Perezco como esas lechugas que aburridas en el frigorífico empiezan a ponerse negras, para luego llegar en proceso natural a la podredumbre, ¡eso sí!, sin gusano que no queda bien.
No soy casi diferente a nadie, lo que ocurre que un día me planté y dije  ¡basta! Y me choqué de frente con la más horrible realidad. Vivir sin vivir, sencillamente, arrastrar el organismos por estos submundos establecidos sin gracia y con menos elegancia que un pavo en el horno con  el cuello “cortao”.
¿Cuándo dejé de pensar en mí? Creo que hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo, o quizá es que nunca lo hice y, claro, ponerte ahora, como que resulta tan innovador que no sabes como aplicarlo o si te quedará bien.
Pasar de la guata a la lentejuela  no es algo que se pueda hacer de un día para otro sin parecer un fantoche o sin juzgarte a ti misma delante del espejo.
Así que con mi nueva imagen de chica moderna, que no es que sea nada especial, pero parece resultona voy a empezar a dejar constancia de quien soy o mejor dicho, de todo lo que me ha pasado y como lo he ido encajando para ser de nuevo YO.
Te contaré, querida página en blanco, no desde el hermoso día en que nací (eso sería tedioso) sino desde el momento, desde el instante que me di cuenta que estaba en una vida que no era la mía. Por lo tanto te voy a llevar a un retroceso de dos años y, espero, que lo sepas aguantar; porque voy a ir reflejando todo lo que este alma sintió, siente y posiblemente, eso espero, siga sintiendo.
¿Estas preparada? pues comenzamos.
Dejaré constancia  a grandes trazos de un poco de esencia pasada… ¿vale?
Me llaman cariñosamente Brike que es como se llamaba una perrita preciosa que adoraba siendo niña y mis hermanos me decían que me precia a ella. Así que, poco a poco fui adoptando su nombre. Soy la pequeña de cinco hermanos, todos varones. Tengo padre y madre, y desde que murió Brike Black, cuando yo tenía dieciocho años no he vuelto a tener mascotas. En realidad, me llamo Luisa.
Cursé mis estudios e hice carrera universitaria sacando mi licenciatura en derecho cuando contaba veintitrés años. Me colegié y puse bufete con el que hasta hace dos años era mi marido, Nicolás.  Tengo dos hijas, mi libertad y cuarenta y cinco años. Soy despistada, alegre, sencilla y con un mundo interior,  digamos que, bien amueblado.
Como he dicho, me casé con Nico y nunca fui feliz, o por lo menos así lo veo ahora. Pasado el tiempo te vas dando cuenta que aunque fui a la iglesia vestida de blanco y enamorada hasta las trancas, nunca recibí ni cariño, ni mimos, ni miradas.
Así que un día, estando sentada en el sofá de casa despidiendo a mi hijas, ya adolescentes, que marchaban a festejar con sus amigos; me di de bruces con la soledad que me habitaba. Hasta entonces entre el trabajo, mi casa, y criarlas no me había dado cuenta y, si lo había hecho, lo dejé abandonado en el baúl de las cosas pendientes.
Pero ese día el baúl se abrió y lo que salió de él, no fue ni mucho menos algo como para desplazarlo en el tiempo.
Llaman a la puerta. En otro momento,  amiga página en blanco, seguiré contigo.


18 de Enero…Con consecuencias.

Aquel baúl que abrí aquella tarde me dejó ante una pregunta que nunca pensé que me iba a formular. Mirando a Nicolás, que en esos momentos estaba roncando en el sillón, me dije: ¿Y está es la vida que me espera hasta el día de mi muerte? ¿Un televisor encendido, un hombre dormido (en todas las facetas de su vida) y esta soledad? ¿Ninguna ilusión, bastantes peleas  y el sueño perenne de tener a alguien en mi vida que me de amor?
No parece que sea el mejor plan del mundo ¿cierto? Mis hijas se van haciendo mayores, a poco tardar, antes incluso de que me quiera dar cuenta, marcharán a hacer sus vidas. Y yo me quedaré vacía, sola para siempre. Porque mi marido dejó de ser mi compañero hace una eternidad, es más bien un hermano con el que comparto piso y eso no me es nada atractivo.
Después llegaron las otras preguntas, más difíciles de afrontar incluso que las anteriores. ¿Cuándo dejé de quererlo? ¿Cuándo me dejó de amar? ¿Alguna vez me ha amado este hombre que a su edad madura está todavía de muy bien ver? Una cosa tenía clara, yo sí lo había amado y mucho. ¿En que momento se fue todo al traste? ¿En que momento perdí ese sentimiento?
Pues francamente no lo sé, la perspectiva en el tiempo tampoco me ha ayudado. Supongo que perteneciendo a la raza humanos, será algo que nunca aclararé en mi cabeza. Así que, sin más lo desplacé.
Creo en el amor, creo en los sentimientos, pero me cuesta mucho creer en milagro. Eso, por lo menos, es algo a mi favor.
Pues bien, después de afrontar miles de preguntas y miedos, un día, recuerdo que fue durante una cena, planteé la situación a Nicolás.
Yo, convencida que  no me iba a comprender después de tantos años casados y una vida bien establecida, fui sorprendida (¿gratamente, diría?...no sé si es la palabra, pero se acerca) cuando mi marido, con los ojos abiertos como luceros me contestó:
- Brike, es algo que nos teníamos que haber planteado hace años. Nuestro matrimonio es mera fachada.
- ¿Y a qué estabas esperando? ¡Cobarde!
- No es cobardía, es no romper tu corazón.
¡¡¡Por Dios!!!... Lo bien que suena, ahora con distancia hasta me muero de risa cada vez que lo recuerdo, lo cierto, que es la misma sensación como cuando recuerdas un buen chiste.
Pues resultó que mi ex harto hasta la saciedad de esa unión marital, hacía como dos años largos que en plena euforia erótico-festiva, esa que marca la  crisis de los cuarenta en los hombres;  conoció a la que ahora es su esposa. Una chica monisima, de medidas insultantes, y modales exquisitos.
¡Vamos! que me había puesto unos cuernos como la catedral de Burgos, ea.
¿Crees, queridísima pagina en blanco, que me afecto?
Pues aquí llega el dilema…sí, me afecto.
Porque aunque no lo quería ya, aunque el amor se había ido de paseo a comprar pipas hace mucho tiempo, la sensación de llevar astas en mi cabeza no era una cosa que me apeteciese mucho. Nunca hicieron juego con mi cara. ¡Con razón me veía tan rara por entonces!
Pero hay más. No solo me molestó eso, sino darme cuenta que el tío se lo había estado pasando genial, follando a dos bandas, mientras yo me tenía que imaginar a un actor de cine o al vecino del quinto, que dicho de paso está de muerte;  para sentir algo… ¡no te jode!
¿Entiendes ahora, pagina inmaculada, el por qué cuando me acuerdo me río?
La puñetera desventaja.
Un montón de años desperdiciados, un montón de horas quitando miedos de mi cerebro, para chocar  ¿con qué?... Exacto, con la nada.
Gilipollas.
Siempre me jodió en el alma la falta de sinceridad. La falta de aplomo para decir las cosas a la cara y como son.
Y si  no, espera y veras que te presente a mi amiga Carmela, flipante.


19 de Enero…Despego.


En fin, que nos divorciamos (como buenos amigos) porque estábamos deseando los dos (una con añadido, quede claro) dejarnos de ver la cara todos los días. Y como yo no soy mentirosa, aunque vaya contra mí misma, ya tenía bastante con  mirarme a la cara y disimular en lo posible la cornamenta, como para encima aguantar al causante de tal estropicio en “mí” autoestima sentado en “mí” sofá.
¡Porque no te creas! que días después de tanto derroche de franqueza, todavía tuvo los redaños de pregunta:  Brike ¿lo intentamos de nuevo?
Evidente que el no que escuchó fue sonoro, claro y tajante. NO.
Supongo que al muchacho, después de sopesar consecuencias pensó que le iba bien así; su casa, sus hijas, su economía y la mía, comodidad, la familia en general, a saber (padres, madres, sobrinos, cuñados y demás parentela) toda unidita por fiestas y un polvo pasional varias veces por semana con su amante bandida. Así se ahorraba dar explicaciones extras…
Y después de unos meses de ajetreo, repartiendo con una sonrisa medio sincera, los muebles de la casa, un día asimilé que estaba sola.
Cambiar el chip de mujer casada a  soltera y libre, no resultó tan fácil.
Entre otras cosas porque sigo trabajando con Nicolás. Es decir, que la cara se la tengo que ver varias horas al día. Pero aquí también con añadidos. El muchacho no se cortó un pelo a la hora de hacer pública su relación, ni tampoco que Marita (su chiquita preciosa) se paseara por el bufete con el aire fresco del mes de abril.
Supongo que el día que te casas adquieres unos roles que están tan establecidos que hasta los vemos normales. Son en estos puntos en concreto, cuando me empecé a dar cuenta que de normales tienen poco.
A ver, mí querida página en blanco,  pierdes amistades de toda una vida en pos de un amor, pierdes libertades para casi decidir por ti misma, todo se debe consultar.
Es como si de pronto tu propia identidad quedase  partida en dos. Sales de casa con el plan hecho, incluso dejas dicho el tiempo que vas a tardar en regresar. Cuando Nico jamás hizo semejante cosa.
No solo trabajaba fuera, porque para eso me hice una carrera y la sudé con tinta, para más INRI me rompía el espinazo en el siempre ingrato oficio de ama de casa.
Hoy por hoy sigo planchando, lavando y haciendo mis cosas caseras, pero de otra manera.
Mis hijas pasaron de la forma pasiva (o sea, me tumbo en el sofá al lado de papi y me toco las narices mientras observo a mi madre, sudar y resoplar por toda la casa) a la forma cooperante. Y desde luego nadie me exige una camisa planchada con gesto huraño para ayer cuando ya es hoy. A quien le urge una puesta, se la plancha ella misma, que todos tenemos manos y todos sabemos hacerlo. No se necesita ser doctor en astro-física para utilizar una plancha.
Lo de ver a Marita pavonearse por el despacho, tardó en superarse tres días…al cuarto dejó de importarme. Francamente era más el qué dirán que lo que en realidad me afectaba a mi.


20 de enero…El reencuentro.


Pero claro, en un divorcio no solo se disuelve un matrimonio. Los cuñados dejan de ser cuñados, los suegros son dos extraños que te miran mal aún siendo honesta, los sobrinos te ven por la calle y no saben como llamarte y,  cómo no,  los amigos inevitablemente también  se evaporan.
Te hablaré de los amigos…
Solíamos cenar con ellos casi todos los sábados. No noté la falta de llamadas con todos mis ajetreos, pero sí me sorprendí un día cuando pasé de esas cenas a tomar un café, solo con las chicas,  a media tarde de un sábado en una cafetería que no conocía.
El primer encuentro fuera ya de los besos, las palmaditas en la espalda y cien aspavientos más, resultó agobiante. Me miraban con cara de pena, con esos ojitos que ponemos cuando pensamos “pobre chica”. Tengo mi trabajo, mi solvencia, mi casa, mis hijas y mi libertad…y lo que no tengo son: broncas, malas miradas y asqueamiento, por lo tanto soy una mujer medianamente feliz, no tenían porque mirarme así.
Tampoco las culpo por eso, supongo que para todos ellos también fue un dilema hacer las cosas bien o intentar por lo menos hacerlas con un mínimo de equidad. Y al final pensaron que lo mejor era un café de vez en cuando en algún lugar apartado y no frecuentado por mi ex,  a ponerlos a todos en el compromiso de un encontronazo con Nicolás. Por lo tanto,  esas miradas y pensamientos se acoplan perfectamente al rol que te he mencionado anteriormente.
Lo normal es pensar, pobre chica está desprotegida sin marido. Es la idea que nos marcan a todos. El marido es el sostén de una casa, sin él, estás pérdida. Un rol estúpido pero bien arraigado en el pensamiento (trabajo lento y de campo que ha dado sus frutos) Cuando la realidad es todo lo contrario. Antes del matrimonio estaba igual de protegida que durante el matrimonio, ya que la única persona que me ha protegido siempre, he sido yo misma. Sin contar, evidentemente, cuando era pequeña y tenía a mis padres.
En el momento que eres  adulto y autónomo, cada uno se guarda a si mismo.
Así que,  me quedé también sin amigos, ya que las chicas, las esposas abnegadas que compartían hasta entonces mi grupo de amistades, optaron por quedar conmigo una vez al mes para tomar un café y seguir con sus cenas de sábados con Nicolás y Marita. Así el grupo seguía teniendo los mismos integrantes. Tampoco me importó demasiado. Son cosas que una tiene que ir asimilando y tomándolas como lo que son, cosas totalmente ordinarias.
Y así fue cuando una tarde preciosa de primavera, opté por romper ese maldito rol de quedarme en casa esperando esa puñetera llamada una vez al mes.
Me puse un pantalón tejano (que hacía años que no sacaba del armario) y una camiseta de algodón rosa pastel, el resultado fue “chica madurita y estupenda con ganas de comerse el mundo”, no estaba mal para subir autoestima.  Busqué un buen libro de mi estantería (hobby que también había dejado dormido) y marché con paso seguro a tomar yo sola mi primer café. La mujer casada y rodeada de gente hasta ese momento, emprendía su camino en solitario. ¡Toma ya!, ahí es nada
Mis pasos me llevaron a un parque, donde tampoco pisaba desde años atrás. La terraza seguía en su lugar, más moderna, pero con el mismo encanto.
Busqué una mesa frente al lago donde los patos van de aquí para allá ajenos a nuestras miradas.  El cielo me regalaba ese color uniforme celeste claro. El aire la caricia de su tibio roce y, la naturaleza, ese olor hermoso que sosiega el alma y aplaca las penas. Pedir más era imposible.
Opté por un café con leche (consumir una cervecica fresquica  era algo que escapaba todavía a mis sentidos)  y abrí el libro, dispuesta a disfrutar mi primera tarde sin roles. O por lo menos, sin ese rol tan idiota de salir a la calle en compañía.
Cosa que me había apetecido hacer muchísimas veces, pero nunca llevé a la practica. Supongo que proponerlo y que te pregunten con cara de perro pachón: ¿y qué vas  a hacer sola leyendo en un parque teniendo un sofá precioso en la terraza?  o quizás lo mas jodido…espera cielo que voy contigo, pero mejor en lugar de ir a ese parque a leer, nos vamos al centro comercial y aprovecho para verme unas gafas de sol nuevas, así tú mientras te deleitas con tus trapitos (a mí nunca me gustaron los trapitos, so lerdo)…no era una buena opción ¿verdad?
Y en eso estaba, concentrada en mi lectura acercándome a la página diez del libro, cuando una voz cargadita de entusiasmo pronunció mi nombre en la lejanía.
Levanté la mirada buscando quién me llamaba y, juro que de entrada que no la reconocí, me costó lo mío darme cuenta que era mi amiga Carmela, amigas desde la niñez. Antes de poner mis sesos en orden con lo que estaba viendo, ella me soltó dos sonoros besos que me dejaron un regusto a niñez.
Se sentó  a mi lado, pidió un refresco y desde entonces hasta hoy vuelve a ser mi mejor amiga y, está vez, pase lo que pase en mi vida, no pienso perderla.
Otras cosas, evidentemente,  no se disuelven, como por ejemplo: los recuerdos.


22 de Enero….La vida es una gran sorpresa.


Hoy hace un frío que te dejan las ideas en barbecho. Ha nevado esta madrugada y según el parte meteorológico ha helado también, han informado en la radio local que si salimos a la calle lo hagamos con cuidado, la nieve está como una pista de patinaje y las caídas aseguradas. A no ser que tengamos todos un algo de Michel Kwan.
Yo he salido porque no me puedo permitir el lujo de quedarme en casa calentita para evitar una rotura, así que,  ¡quién dijo miedo!... a la calle. No puedes cortar tu ritmo de vida cada vez que al cielo se le antoje cambiar el color del paisaje.
Ahora mismo son las doce de la noche y estoy sana y salva. Creo que es el momento de hablarte de Carmela, de esa chica que hoy, año y medio después de encontrarla en el parque, sigue siendo mi mejor apoyo, aunque muchas veces no coincidamos en gustos, formas y criterios. Yo creo que la magia de la amistad radica justo ahí. Personas dispares pero unidas por completo. Sería un tanto aburrido coincidir en todo  ¡un tanto no! sería mortalmente aburrido.
Carmela fue a la escuela conmigo, éramos vecinas y nuestras madres amigas. Luego hicimos juntas el instituto, la selectividad y cómo no, la carrera. Ella también estudió derecho pero,  en lugar de poner bufete, opositó y se convirtió en  un registrador de la propiedad con un futuro muy alentador. En el primer destino que le dieron halló al que poco tiempo después sería su marido. Era (y supongo que seguirá siendo) el notario de aquél pueblo costero. Fue por aquella época cuando empezamos a perder, no la amistad, pero si la cercanía.
Aunque de vez en cuando sonaba el teléfono.
 No viví su noviazgo. Lo conocía a través de mi madre y de aquellas pocas conversaciones en la distancia.  Ella el mío sí, ya que conocí a Nicolás en la facultad. . Sin embargo a pesar de todo,  si asistimos a nuestras respectivas bodas. Luego el tiempo hizo su trabajo.
Su matrimonio duró quince años, hasta que una mañana de verano cuando subía de la playa con sus hijos, sorprendió al notario con un vestido, unos pendientes, maquillado como si fuese una muñeca “chochona”, masturbándose delante del espejo de la habitación.
¿Traumático? Para ella sí, yo veo a mi ex en esa guisa y me tienen que ingresar de un ataque de risa.
Quizá encontrarlo así no fue lo que la llevó al divorcio, puede que a uno le ponga esos disfraces para encontrar el punto de excitación, bien explicado incluso lo puedes llegar a entender,   sino más bien las inclinaciones sexuales que el pobre hombre no había descubierto hasta unos años después del matrimonio. O por lo menos así se lo juró a Carmela  a lágrima viva.
Como si eso fuera una caja de bombones ¡vamos, a las claras! que Carmela se casó con un homosexual acojonado con tendencias fetichistas y, así se hubiese quedado si no llega a descubrirlo en plena faena “yo reinona y tú soldao”.
Aquello le costó tres años tumbándose en un diván cinco días por semana (los fines de semana libraba) atiborrándose de ansiolíticos y hacer multimillonarios a los fabricantes de pañuelos de papel.  Dos,  para salir del estupor y entender que las personas no somos perfectas y muy capaces de mentir por el simple hecho del miedo absoluto, del miedo más oscuro y, uno,  para cagarse en el mundo entero. Y como no, el traslado a su tierra natal.
Lo que le llevó cinco años de su vida poder perdonar al padre de sus hijos. Aunque no me las tengo yo todas que lo haya conseguido, por mucho que ella me diga que si. Cuando te roban media vida, tiran por el suelo unos valores y te sientes, estafada, engañada y apaleada, dudo mucho que eso se pueda llegar a olivar. Y si algo tengo claro en la vida es que sin olvido, no hay perdón.
Cuando habla de él, en muchas ocasiones, notó la rabia, el dolor e incluso la ira en sus ojos. Las verdades, por duras que sean, siempre son menos dañinas que las mentiras.
Estoy cansada, querida página, me voy a la cama, mañana sigo manchándote de azul y dejando en esas manchas, mis recuerdos.




23 de enero…Momentos.


He dormido a cuerpo de rey, calentita en mi nórdico, el sueño llegó como un abrazo cálido.
Ha vuelto a nevar, me gusta ver como cae. Me gusta contemplar el paisaje todo blanco, me gusta acompañar a estos momentos con un buen café y naturalmente contigo. Te estás convirtiendo en mi mejor aliada.
¿Sabes que es lo mejor de este día? que es sábado y no tengo que salir a ver si me rompo el espinazo. Mis hijas están con su padre en la casita (mansión) que tienen en  el campo, marcharon ayer tarde al salir del instituto. Nicolás pasó a recogerlas.
¡Vaya ganas de campo con esta temperatura!, pero bueno, cada cual que siga sus gustos.
Hace tres meses que Marita dio a luz a un niño precioso al que le han otorgado el  nombre de  Isaac Nicolás. El primero en honor al abuelo materno y el segundo en honor al papá. Así que mis hijas están encantadas con su nuevo hermano. A mi me parece perfecto, le regalé un conjunto de terciopelo blanco con dos colibríes bordados en azul,  que tanto le gustó a  su mamá, que lo utilizó para el bautizo, al cual, aunque estaba invitada preferí no asistir.
Más que nada por evitar  encontrarme con la cara de mi ex suegra que me sigue culpando  de este divorcio. Vieja arpía…
Los padrinos de ese bautizo fueron dos amigos con los que solía ir a cenar los sábados cuando estaba casada y que por cierto, ya no he vuelto a ver.
Aquellas llamadas una vez al mes para tomar café también cesaron. Tengo que admitir que no las eché de menos, el reencuentro con Carmela  fue en cierto modo la punta para romper definitivamente con todo aquello relacionado con mi matrimonio a nivel social.
Bastante tengo con verle la geta a mi ex todos los días en el trabajo y su felicidad plena, como para encima tener que aguantar a todos los amigos a brazo partido con la nueva parejita.
Y vuelvo a repetirte, no es que me moleste ver su felicidad. Lo que muchas veces me saca de mis casillas, cuando lo contemplo tan radiante, es que…si yo no hubiera planteado la situación el muy gandul seguiría callado. Casado conmigo, poniéndome los cuernos y tan pancho.
O sea, yo devanándome los sesos con mil preguntas sobre nuestro futuro y el tío tumbado en el sofá rascándose los huevos, esperando la cita con su amante para tener la follada de la semana.  Eso es lo que me cabrea.
Y eso mismo le dije a Carmela, aquella vez que me dijo toda seria: no te quejes Brike, contigo por lo menos fue sincero.
¡Pero que sincero ni que ocho cuartos! Vale que no lo pille dándose una paja en camisón de puntillas con mis pendientes puestos. Vale que no me confesó que es homosexual, vale que no necesité terapia, ni individual ni de grupo y que las únicas pastillas que tomo son unas muy ricas de menta. Pero mentir, mintió de igual manera. Llevaba doble vida y no fue honesto ni con él, ni conmigo. Y para colmo de males en lugar de ser sincero con su parte de familia y encajar la verdad de lo ocurrido. Todo quedó en un divorcio de mutuo acuerdo promovido por mí.
Lo único a mi favor es que cuando llegó su verdad, yo ya no lo quería y de esa me libré.
A Marita la presentó tres meses después de firmar el divorcio como si acabase de conocerla, yo  guardé silencio ante mis hijas cuando llegaron con la noticia por puro respeto. Primero hacia ella y después, hacia mí.
El caso es que esa pandilla de mendrugos (su parte de familia)  no me puede ver y, eso que mirándolo fríamente me tendría que besar los pies. Ya que gracias a mí,  su hijo (el hombre integro y sincero) es feliz, ha vuelto a ser padre, tiene  una mujer exquisita con una herencia de vértigo y para más colmo, llama a la arpía…mami.
Cosa que de mí jamás consiguió…yo tengo ya mi mami y esa es legítima.
¿Qué se puede pedir cuando la cobardía tiene nombre propio?





26 de enero…Una hamburguesa con queso y muchas patatas.


¡Vaya! llevo tres días sin sentarme contigo, espero que me sepas perdonar. Han sido días agotadores, pero ya estoy de nuevo aquí.
Hoy he pasado por la pastelería, he entrado a comprar el pan, hacen el tipo francés mejor que nadie en esta ciudad. Y ¿sabes? Había pasteles de chocolate, de esos rellenos de más chocolate, con cobertura de más chocolate,  me ha apetecido mucho; así que me he comprado uno y lo he comido dando un paseo. Me ha sentado fenomenal. Sin remordimientos, sin mirarme las caderas en los escaparates, sencillamente lo he disfrutado.
Empecé a disfrutar de esos caprichos, hará como un año. Y fue en una charla con apuesta incluida, con mi amiga Carmela.
¡Y hablando de caprichos, de buenos pasteles y de grandes cenas!... Poco tiempo después entendí por qué me costó tanto reconocer a Carmela aquella tarde en el parque. Me di cuanta el día que reparé seriamente en su anatomía. Hasta el momento solo había sido un estado más simplificado. Francamente estaba como una foca (literal) aunque para ser mas sincera y clara, se asemejaba más a un león marino (incluyendo el bigote).
Los ansiolíticos, cagarse en el mundo y ponérselo por montera, habían transformado a mi amiga en un autentico marimacho sin contemplaciones. De alguna manera pensó que así compensaba las femeninas formas de su ex. O mejor dicho eso es lo que pienso yo…pero vamos a dejarlo en secreto… ¿vale?
 Llevaba por entonces el pelo corto con ese color tan raro que dan las primeras canas y encima como lo tiene lacio, pero de un lacio que un japonés a su lado es lo más parecido a Samuel J. Jackson en Pulp Fiction, se asemejaba más a la mona chita que a una mujer con posibles. El maquillaje brillaba por su ausencia, los pantalones vaqueros eran de esos comprados de cualquier manera en cualquier mercadillo, solo para cubrir un cuerpo, nada más. Le venían anchos, le formaban bolsas por todas partes. En lugar de disimular su gran peso le añadían unos cuantos kilos de forma grotesca. Un polo color negro por fuera tapando culo y unas romanas que parecían más las chanclas de comadre del siglo XVI que la de cualquier mujer que se precie.
¡Vamos!..Una estampa para vomitar en toda una registrador de la propiedad.
Yo, como la media de las mujeres de este mundo, conservaba (y conservo) un tipo medio normal. Eso, sí…hacía mis esfuerzos. Había probado ya como un millón de dietas (la del melocotón, la de la piña…la polivalente, la equivalente y la que más me gusta de todas…la disociada ¿?) para quitarme de encima ese michelín que sale en el bajo vientre y que no hay forma humana ni divina de suavizar. Y entre esos esfuerzos estaba evidentemente, no comer dulces y pasar soberanamente del pan, sobre todo de los bocatas.
Manuda gilipollez, con lo buenos que están….joder.
¡Y cómo no! la voz de la bubucela, o sea mi ex, que a poco que  diera mi opinión sobre mi aspecto ya estaba él para recordar: si no comieras dulces y pan no estarías gorda. A lo que añadía el muy cretino - claro que, gorda no estás, pero tampoco tienes ya el cuerpo de una jovencita.
Y tú, ¿lo tienes? porque los años  pasan para todos y a ti la tripa te llega al televisor...
A lo que Nico solía contestar –sí pero yo como lo que me apetece y sigo gastando la misma talla.
¡Desde luego hay que quererse en la vida!
Claro que gastas las misma talla, “tarao”. La diferencia está que llevas la cintura en la cadera porque si te la pones en su sitio necesitas cinco tallas más. Aún con todo, dime… ¿Dónde quedó aquella 42?... ¡ah!
En fin,  voy a dejar a mi ex y  te voy a contar como llegamos Carmela y yo a una equidad. Ella a parecer una mujer y yo a disfrutar de algunos placeres.
Una tarde quedamos para ir al cine, ponían una película que yo adoro, “Tomates verdes fritos” además de ser una “peli” que recomiendo a todas las mujeres (de vez en cuando es necesario llamar a Towanda)  Al salir del cine me propuso ir a un burger. A mi se me erizaron los pelos de la nuca.
¿Cómo porras me voy a comer una hamburguesa grasienta y tirar al cuerno mi dieta de la alcachofa?
Pues sencillo. Plantando mis posaderas en una silla cómodamente dura y engullendo una masa parecida al plástico que sabe a gloria, ea.
Fue entonces cuando le pregunté sin reparos el por qué se había dejado tanto. Ella me dijo que estaba harta de dietas y un día decidió dejarse llevar. Así que le propuse algo: yo aprendería a disfrutar de esos placeres y ella a cuidarse ¿Cómo? veréis.
De lunes a viernes dieta y,  los fines de semana lo que nos apeteciese. Eso sí, entre tú y yo, de vez en cuando como hoy, me pego un capricho extra.
Ha perdido quince kilos y lo mejor de todo que yo no he cogido ninguno. Se ha dejado crecer el pelo, lo lleva cortado a capas lo que le ha aumentado el volumen y se ha puesto un color rojo muy bonito.
Se compró ropa nueva, no solo para tapar el cuerpo y, la luce de verdad…está preciosa.




27 de Enero…Nos comemos un helado o nos comemos los mocos.


Como te conté ayer eso de las dietas es una estafa amortiguada por unas cabezas que solo miramos ser aceptados por una sociedad de Barbis. Y he dicho Barbis que no Kenn, que de esos hay tres contaos y son de plástico.  Lo que es imposible es pesar con cuarenta y cinco lo mismo que con veinte. Además, quién por paciencia o metabolismo, lo consigue, las carnes blandas siguen estando. Es pura y dura gravedad. Y de todas formas tarde o temprano te llega la menopausia y hala, un montón de hormonas intentando acoplarse y, como no encuentran donde; pues allá van, a las caderas, muslos, culo…empiezas a ensanchar, te dan los calores de la muerte, las ganas de comer se trastocan  y se te pone una mala hostia de quince.
O sea que para terminar como todas las féminas de este mundo, no hace falta tanto recuento de  calorías, con llevar unos mínimos cuidados sobra.
Y como la vida son dos días y andamos con una pata metidos en el segundo, los caprichos están hechos justo para disfrutarlos.
Es la patente de corso que dan los años. Algo bueno tenían que aportar ¿no?
Y en este punto concreto es cuando volví a chocar con el amor. Cuando comprendí que era una mujer nueva y liberada. Pero… ahora que lo pienso, no me choqué con el amor, lo hice con un fantasma.
Déjame que analice esto aunque sea a grandes rasgos.
Yo creo en el amor, eso lo afirmo de forma categórica. Y no es que no haya tenido suerte con los hombres, lo que ocurre es que no he encontrado el hombre diseñado para mi. Nos centramos en los primeros meses de encantamiento y nos damos de bruces al que hace tres.
En lo que ya no creo es en los milagros. Esos amores de películas, donde el chico y la chica son eternos para siempre. Donde no importa que se te quede la comida entre los dientes o que sus pedos huelan a jaula de elefantes. Donde todo es perdonable, porque el amor puede con todo. Y tampoco lo voy a poner en tela de juicio porque seguramente habrán parejas así…eso sí, me permito el lujo de añadir, que deben estar escondidas. Yo si alguna vez encuentro algo parecido, me meto bajo una piedra para que no me lo malven ¡hasta ahí podíamos llegar!
El amor que se palpa en el ambiente a ésta edad que tengo, es más bien de primavera y después a la mierda, ya no existen más estaciones. Esos meses de acercamiento, de descubrimiento, de sonrisas, de reencontrarte con algo que creías si no muerto, si perdido. De que qué buena eres,  que tú si me comprendes y no como la bruja de mi ex, que  he encontrado a mi media naranja. Y pasado ese tiempo, ya no eres tan buena, ya te pareces a su ex y casi me atrevería a decir que su ex es mejor que tú. Y como estás centrada en esa fantasmagórica forma de humo del principio, pues evidentemente te estrellas. Me ha costado lo mío entender que no quiero medias naranjas, sino naranjas enteras. Es la única forma para que no se pierdan sus propiedades, ea.
Cuando te quieres dar cuenta te topas con un inseguro de tres pares, que llega a ti desesperado. Es como Buzz Lightyear. No sabe ni donde está ubicado, ni quien porras es. Medio frustrado porque lo dejó su parienta y le costó un huevo encima. Con ciertos toques, que se podrían calificar de sicóticos y poco más. ¡Vamos! Que te conviertes en pañuelo de lagrimas y te pasas los días escuchando la vida tan injusta que tiene que padecer, lo bueno y santo que es él y lo mala malísimas que somos las mujeres. Un monoloquio de lo más aburrido.
Y si algo tengo claro en esta vida, es que mis posibles  experiencias en el campo amor/ convivencia, nunca jamás permitiré que sean como cuando estaba casada. Yo no me vuelvo a convertir en la mujer abnegada que da la vida y su tiempo por un tío tirado en un sofá rascándose los huevos, viendo fútbol, yendo a su antojo y llorando todo el tiempo. Si quiero victimas  a mi lado ya me busco yo una de esas cadenas de testimonios que ponen en la televisión y punto pelota.
La patada en el culo que le pegué fue para mí  ¡ja! una extensión a un plano superior.
Ahora ya tiene a otra mujer, mala malísima...ejem…para criticar a placer.
Bueno, creo que seria necesario más que  interesante presentarte a Nacho, pero si me permites será otro día, ahora me voy con Carmela al cine. Me voy a hinchar a palomitas y a cola, que como todo está oscuro se nota menos y, de paso me partiré de risa con las historias de mi amiga en un Chat de Internet…uffffff.



29 de Enero…Nacho o Atapuerca.



¿Sabes? Ya van quedando menos páginas en blanco,  he pensado hacer la letra un poco más pequeña para que me dures más. Reconozco que tengo la caligrafía muy grande, como decía un viejo profesor, en ella demuestras confianza y altruismo ¿será verdad? en fin. Tengo la sensación que comprar otro diario ya no va a ser lo mismo y quiero que seas tú quien se quede con todas estas elucubraciones.
Hoy te hablaré de Nacho y, espero que seas capaz de darme perspectiva… ¡ya veremos!
Lo conocí a los nueve meses de mi divorcio (como los partos), en una de esas que pasé por el registro para tomar un café con Carmela a media mañana. Era un jueves y, como los despachos (el suyo y el mío) están a menos de diez minutos caminando, decidí tomarme un tentempié con mi amiga.
Cuando entré en el despacho de Carmela, allí estaba él. El secretario judicial del juzgado numero tres de lo contencioso. Alto, moreno, de ojos color avellana, las sienes plata, el cabello largo rubio oscuro y una estructura para ser un hombre maduro que se podía considerar todavía atlética. Ciertamente, para qué negarlo, Nacho es un hombre guapísimo…idiota, pero guapísimo. Llevaba una camisa lisa azul claro, pantalones de pinzas azul marino y un cardigan por los hombros rosa pastel, eso me tenía que haber dado una pista, pero yo, embobada con tal belleza, no la vi.
Para abreviar, nuestras miradas se cruzaron, nuestras bocas se abrieron, Carmela captó el momento y en menos de dos segundos estábamos presentados; pero es más, en poco más de quince los tres tomábamos ese café tan ansiado.
Al principio no podía creer que un hombre así se fijase en mí. Tan guapo, tan agradable y simpático, con ese reguero de dientes todos blancos y bien colocados. Quizá mi baja autoestima o los efectos secundarios del matrimonio (opto por lo segundo) a saber: olvidarte por completo que ante todo eres mujer y que puedes gustar con dos hijas, una casa y tu mundo. En una palabra, que estaba fuera de circulación y retomar el camino no iba a ser tarea sencilla, por muy liberada que me sintiera, ea.
El caso que me hacía cruces y, empecé a ilusionarme.
Empezamos a quedar a tomar café, después fue una copa y a la segunda semana la primera cena, sin sexo ¡que quede claro! Que una es liberal pero no tanto, me remito a lo antes expuesto.
El sexo llegó un mes después y francamente tampoco lo puedo contar como una experiencia religiosa, dejémoslo en un conato de na de na… ¡vamos que Nico a su “lao” era Nacho Vidal! Ahí es nada.
Eso sí, aunque el sexo es importante, para una mujer el sentimiento lo es mucho más, quiero decir con esto que si Nacho hubiera sido de otra forma de ser, no hubiera tenido en cuanta como era en la cama.
Y poco a poco empezamos a ser inseparables. ¿Cuándo llegó el problema? O mejor dicho ¿Cuál fue el problema? Sus formas acaparadoras y pensar que las mujeres somos meras chachas. Y yo, con mis ideas más claras que el agua no podía consentir semejante despropósito. Tardé en abrir los ojos y bajar de la nube ilusoria cuatro meses, supongo que tardé bastante, pero no está mal para ser novata en la materia, así por lo menos me consuelo.
Era y supongo que seguirá siendo (no he vuelto a verlo y las personas no cambiamos) tan convencional que asustaba, tan celoso que aturdía y tan juez que mataba.
Todos los días le tenía que dar el parte de movimientos. Dónde había ido, con quién había hablado y que había hecho. Hombre que no conocía de mi entorno, bronca al canto. Con el trabajo fuera de casa no estaba de acuerdo. La mujer donde mejor está - solía decir-  es en su casa organizando todo. Educando a los hijos, las horas fuera de casa pueden ser un tremendo disgusto a la hora de hacer personas responsables, porque al no ver lo que hacen, pues eso, hacen lo que quieren. -Y tus hijas pueden llevar muy mal camino-  ¿mis hijas? ¡Será cretino el tío! - Para ganar dinero ya estamos nosotros, para educar vosotras.
Creo, para no faltar a la verdad, que al principio casi me gustó esas formas de interesarse por mi, eso sí, solo al principio. Nicolás jamás preguntaba nada, por él como si me estrellaba con el coche por un precipicio. En cuanto a mi carrera de abogado, siempre me animó a ejercerla, cosa por otra parte normal y absoluta.
Añadamos a esto el desprecio que sentía hacia mi género, se puede definir como odio visceral por  todo aquello que fuese femenino, posiblemente resarcido por su divorcio y ser padre de cuatro hembras que según él, además de ser clavaditas a su santa madre, le estaban sacando el hígado con tanta moda y tanta leche. Cuando los chicos con tres pantalones y una pelota (sus pelotas, añado yo de regalo) son felices.
Entenderás entonces por qué le pegué la patada en el culo. Eso sin contar  que fue sonora, dorada y tremendamente desahogada, para que le quedase bien claro.
Así que una noche a punto de cumplir los cuatro meses, me limpié el zapato justo un segundo después de pillarlo husmeando en mi teléfono móvil y con esto di por terminada mi relación.
¿Me has dado  perspectiva?...ni idea.



31 de Enero…Carmela y su mundo de fantasía.

He pasado una mala noche. Ayer fue un día de esos largos e interminables. A eso de las cuatro de la tarde empezó una jaqueca horrible que me ha durado hasta bien entrada la madrugada. Así que voy como un zombi, con falta de sueño y esa sensación de liviano mareo que me queda después de esos dolores tan pesados y fuertes.
Antes de ayer te hablé de Nacho y hoy, hoy lo voy a hacer de los mundos virtuales de Carmela. Es quizá la manera más profunda de entender las carencias humanas.
Ella, después de su divorcio no quiere a nadie a su lado, pero cierto es que necesita sentirse rodeada de gente a todas horas. Por las mañana lo compensa con el trabajo, parte de la tarde con sus hijos, pero llegan esas horas donde la soledad te empieza a comer a bocados grandes. Así me lo definió un día hablando de esto. Y fue cuando descubrió por medio de una compañera de trabajo, una sala de Chat en Internet. Desde entonces, quitando los días que quedamos para ir al cine, cenar, o salir por ahí, sus noches las dedica a un montón de gente sin rostro.
Me ha contado historias tremendas, unas para morirse de risa y otras para morirse de pena. Pero si algo me ha quedado meridianamente claro es que las redes sociales es el refugio del solitario en su mayor parte.
Allí puedes ser quien quieras, ser como quieras y casi inventarte una vida nueva. Ojos que no ven, corazón que no siente. No te huelen el aliento a ajo cuando te has puesto cardiaca a mojar pan en una cena, ni saben si vas despeinada o con el pijama y los peucos (poco erótico) o en bragas anchas.
Se hizo un grupo de amigos con nombres tan originales como: escalarta52, la luz de tu otoño (h) o soñando ser (m). Carmela es: lo que resta de ti (m) que significa mujer. En fin que como ves, si lo mío es paranoico por estar contándote todo esto, mientras me como una manzana y el reloj marca la una de la madrugada, imagínate a ella en que lugar la puedo ubicar. Eso sí, se lo pasa bien que en definitiva es lo que importa.
Mira…
Te voy a contar algo que pasó hace poco y que Carmela me relató enfadadísima mientras devorábamos sendos bocadillos de tortilla con queso ¿vale?
Veras...
Parece ser que “soñando ser (m)” y “la luz de tu otoño (h)” se habían enamorado, tanto tanto, que decidieron casarse en el Chat. Los testigos de esa ceremonia fueron “escarlata 52” “amanecer (h) y como no, mi amiga Carmela  que no contenta con ser testigo, ofició la ceremonia.
Pues bien, a los pocos días de esa chorrada “soñando ser (m)” descubre para su asombro que “la luz de tu otoño (h)” estaba enrollado con medio Chat, (en plena luna de miel, imagínate que palo más duro que soportar) pero no contento con eso el tío se había casado con todas.
El disgusto fue monumental según Carmela. Eso sí, espera que ahora llega lo mejor. “Soñando ser (m)” 48 años, casada en la vida real con tres hijos es oriunda de Panamá y su señor esposo virtual “la luz de tu otoño (h)” casado por todas partes, 52 años, con un hijo mas grande que el alcornoque del parque de mi abuela, es de Segovia. ¿Probabilidad de conocerse? cero patatero. ¿Probabilidad de trasportar su amor loco a la vida real?  ¡tú dirás!
Y me pregunto yo ¿se puede saber a que juegan? ¿Cómo se cuenta un disgusto tan enorme (ironía) en casa? ¿Cómo justificas el llanto? ¿Qué porras están haciendo?
Pues no tengo ni idea, pero ahora parece ser que las noches de Carmela consisten en dar caza al polígamo y ponerlo verde hoja perejil, que acojonao el hombre se ha dado a la fuga. Porque claro, “soñando ser (m)” cuando se enteró después de una investigación propia de Hércules Poirot, lo propagó a los cuatro vientos poniendo en pie de guerra a las demás consortes. ¡Vamos!, que si lo pillan lo castran.
Lo que si llego a entender es el vacío tan grande en esas vidas para formar una totalmente evanescente, pero que encima te hace sufrir y llorar y patalear de rabia…manda huevos.
Y con estos temas que me cuenta Carmela empecé a discernir las carencias de la humanidad.  De intentar buscar por medio de una pantalla lo que no eres capaz de hacer en la vida real. Hombre y mujeres casados, haciendo el pavo en la red, buscando un algo de compañía, unas palabras que te hagan sentir especial o sencillamente parecerle a alguien interesante. Volver de nuevo a sentir vida en la piel. Real y triste por lo donde lo mires.
Si alguna vez tuve una pequeña tentación de entrar a ese Chat, poco a poco la idea se fue evaporando.
Y ahora me voy a la cama antes de que aparezca de nuevo la jaqueca. Buenas noches.




3 de Febrero…La mirada perdida en el infinito.


Hoy es un día extraño. Normalmente me acuerdo de Nicolás en un noventa y nueve por ciento para maldecirlo por embustero, cachazas y suertudo,  pero me queda un uno por cierto que cuando llega me machaca, menos mal que llega de uvas a brevas, pero el caso es que llega.
Esta mañana cuando mi hija mayor marchaba al instituto, al darme el beso de despedida ha hecho el mismo gesto que su padre cuando, allá en el tiempo, estaba enamorado de mí. ¿?
He evocado el día de nuestra boda mientras me preparaba el desayuno. Estaba guapísimo, radiante, contento y,  aquí ante ti,  con esté café con leche bien caliente que me está sirviendo de cena,  después de un día de idas y venidas; de subidas y bajadas, de verle el careto a mi ex y sus sandeces matutinas que por cierto han conseguido de golpe borrarme el recuerdo con el que entré a trabajar,  soy capaz de afirmar rotundamente el amor con el que fui al altar. Su ternura, su cariño. La cara que puso cuando cogió en brazos por primera vez a nuestra hija mayor, como besó mi frente, con que amor me dio las gracias por ese momento sereno de felicidad, aquellas noches de risas y complicidad…los planes, los proyectos…ufff
Y sigo preguntándome ¿En que momento dejamos de sentir? ¿Cuántas fueron las señales mandadas que no vimos? O mejor dicho que no quisimos ver…
Estas son la clase de preguntas que cuando las piensas chocan contra un muro y, si por casualidad alguna es contestada siempre llega la contradicción.
Fui yo quien rompió el matrimonio antes de enterarme de la existencia de Marita y no soy capaz de poner un punto exacto en el  camino que un día dejamos de andar juntos.
¿Y si me hubiera quedado callada? Si no hubiera sentido la necesidad de ser yo misma, de darme una oportunidad en la vida ¿habría sido él quien hubiera terminado por explotar? Tengo la sensación que seguiríamos igual.
Ciertamente es complicado no pensar en tantos años de convivencia y quedarnos solo con lo malo, de alguna manera alivia, lo sé, sobre todo cuando el pilar maestro está hundido. Pero también hubo momentos muy buenos, donde el amor era el protagonista de nuestra historia  (o de la mia) y si nos ponemos a calibrar, fueron muchos más años buenos que malos. Donde nacieron dos hijas deseadas y buscadas a las que adoramos y eso lo hemos hecho siempre los dos. Porque sé como es cuando se enfada… cada gesto, cada palabra o cuando esta cansado o sencillamente cuando no tiene ganas de nada. Esa forma tan particular de asir la taza del café, nunca por el asa.
Porque los dos sabemos como duermen nuestras hijas, el por qué a la pequeña le gusta el osito del lazo rojo, por qué está siempre una luz encendida en el pasillo…eso no tenemos que aprenderlo, los dos lo sabemos y no podemos olvidarlo.
Romper un matrimonio no es fácil, pero romper una realidad lo es menos todavía.




4 de febrero….Una ilusión en el horizonte.


Está sonando una vieja canción. Mis hijas dicen que como me puede gustar ese hombre tan horrible, mientras miran estupefactas la caratula del compacto.  Parece ser que  ahora la música se limita solo a los chicos guapos y cuerpos de infarto que se mueven en grupos haciendo todos los mismo movimientos y sin que se les menee un solo pelo ¡ah! Y sin sudar que no queda estético.
¿Pero mamá, un tío con mallas, bigote y encima más feo que Picio?
¡Si! Porque ese hombre tan feo y con mallas es la voz mas preciosa del rock de los 70-80, porque eso es música ¡música! Y lo que escucháis vosotras queridas mías, que andáis flipando porque un chaval de veinte años canta a pulmón partido “We are the champions” pensado que lo ha compuesto en una noche de inspiración con su talento desbordante y el flequillo tapándole un ojo, es justamente del tío embutido en esas mallas con chaqueta torera y una corona en la cabeza.
Pues bien, creo que siempre me gustó Queen y cómo no,  Freddy Mercury por feo, dientudo y extraño que sea o mejor dicho que era. Pienso que no hay nada mejor que “Una noche en la opera” en plena soledad, con un cigarro, un buena copa de chardonnay y sentada en ésta cama llena de almohadones contigo en mi regazo. Me hace sentir bien. Me da espacio suficiente para poner a prueba una vez más mi independencia. Cosa por otra parte, que adoro.
Y precisamente con una copa de vino blanco es como entró de nuevo la ilusión en mi vida y fue hace escasamente seis meses en una cena con Carmela. Y esta vez tengo el convencimiento que no es un fantasma.
¿Y como intuyo eso? Porque tengo plena libertad de movimientos sin contar el latido más que armonioso que siento en todo momento. Lo que me aporta es valioso y tiene detalles que nunca había vivido, pero sí soñado.
No me gustan las comparaciones, aunque indudablemente tiendo (como todo ser humano) a cotejar aunque solo sea en pequeñas cosas.
Si pongo en una balanza a Nico, a Nacho y a Gabriel (¡¿a que es un nombre bonito!?) pienso que he ganado mucho espacio. Este hombre me colma por completo. Es, como se dice en las películas cargaditas de melaza, mi complemento perfecto, (que no mi media naranja) Claro qué, también lo fue Nico durante mucho tiempo, así que mejor, seguir con los pies en el suelo. Pero tengo que reconocer, que Gaby apunta maneras.
Para empezar no se mueve por mi colectivo de trabajo, no tiene ni pajolera idea de leyes y yo ni idea de carnicerías, que es justo a lo que se dedica. Es propietario de una estupenda carnicería en el centro de la ciudad. Así que tenemos unas conversaciones de lo más interesantes, sin contar que nuestros gustos en todo, hasta en la forma de valorar la vida, son similares.
Pues como te iba contando, lo conocí una noche que salí a cenar con Carmela y fue algo tan extraño como mágico.
Fuimos a un restaurante que a mi personalmente me encanta, tiene un gran jardín con una fuente circular y recortada de césped, donde los dueños, una pareja encantadora homosexual, dan ese toque especial al ambiente. Suelen poner en los meses estivales farolillos de colores engarzados en los árboles y velas en las mesas, antorchas en los pasillos de tierra blanda y unas mariposas de cristal que adquieren con la brisa el movimiento justo para hacer creer que vuelan llenas de luz. Es un ambiente acogedor, sereno y precioso. Y la comida de primera, nadie como ellos para hacerte sentir todos los sabores exquisitos en el paladar, sobre todo el bogavante relleno, solo de pensarlo me entra  hambre.
¡Vaya! ¿Has sentido alguna vez campañillas en el pecho?
Me acaba de entrar un sms de Gabriel. Lo cierto que al leerlo se me ha llenado el alma de cosquillas. Me siento genial.
¿Sabes? Voy a contestarle, mañana prometo que  te lo cuento.



5 de febrero…Una noche de mariposas.


Lo prometido es deuda, que lo sepas querida página en blanco. Y aquí estoy dispuesta un día más a descargar sobre ti todo lo que llevo dentro, quizá no sea mucho, pero es lo suficiente como para completarte y, de paso completarme a mi misma.
Anoche le devolví el sms y él me lo devolvió de nuevo y así nos tiramos hasta que el sueño me venció. Cierto es que podríamos utilizar el teléfono y tener una larga conversación de esas que tanto nos agradan, pero este sistema también tiene su encanto. Me gusta, me gusta mucho…de hecho creo que empiezo a estar enamorada de Gabriel.
Aquella noche en el restaurante, Carmela me estaba contando sus líos cibernéticos, parece ser que la caza y captura del lujurioso, polígamo y polifacético “la luz de  tu otoño (h)” dio sus frutos. Ahora parece ser que el buen hombre ya no brilla… ¡vamos que se le han fundido la luz que irradiaba! una verdadera pena.
Yo reía abiertamente, sobre todo cuando mi amiga me confesó que estaba empezando a sentir algo profundo por uno de sus amigos, más concretamente por “amanecer (h)”. Parece, según me contaba, que es un hombre serio y que siente por ella lo mismo o así se lo confesó en la parada del MSN unas noches anteriores a esta. La vi tan ilusionada que francamente paré de reír para poner cara de preocupación.
¿Y si le pasa lo mismo que a su amiga? Después de lo vivido en su matrimonio, no creo que se tenga que exponer a algo tan incierto como una relación por Internet.
Y en esas estábamos, discutiendo los pros y los contras, cuando en la mesa adyacente a la nuestra se sentaron tres hombres y una mujer. No reparé en ellos, seguí involucrada intensamente en abrirle los ojos a Carmela. Cosa por otra parte que no conseguí, cuatro días después de esta conversación condujo doscientos kilómetros y, él otros doscientos, para conocerse.
Tengo que admitir que la veo feliz y contenta, que su vida amorosa se ha restablecido y aunque es mucha la distancia, están haciendo planes para que Juan (separado, cincuenta años, medico internista)  que así se llama su enamorado se traslade a vivir con ella. Unas veces va mi amiga, otras viene él y algunas las menos, se encuentran en el camino. Me ha asegurado que en la cama es un prodigio y ha probado posturas que ni conocía, pero ante todo esta enamorada de su persona. En fin, ruego a Dios todas las noches que nunca más se tenga que ver en la situación que vivió con su folklórico marido. Tenemos unas edades donde tanta decepción no se puede asimilar con serenidad, eso va minando y terminas al final por no creer ni en ti misma.
Me he desviado, yo no te quería contar esto…en fin.
Reanudo.
Fue sencillamente un cruce de miradas, en un principio como se puede mirar a cualquier persona que está cercana a ti, quiero decir, miras sin ver. Más de pronto me di cuenta que esas miradas eran más intensas hacia mi persona, hasta que terminó por sonreírme levantando su copa de vino y haciendo un gesto de brindis. Yo por mi parte, además de ruborizarme que creo para ser exactos me puse como la grana, sonreí tímidamente intentando no darle importancia.
La cena terminó para ellos, se levantaron y vi sus espaldas conforme se acercaban a la puerta de salida. Ahí quedó todo, yo seguí mi conversación con Carmela sin dar mayor interés a lo que acaba de presenciar. Hasta que…una rosa blanca apareció por encima de mi hombro y una sonrisa que ya conocía la precedía. Solo fueron unas palabras, eso si, las llevaré en mi memoria mientras viva.
“Cualquier flor pierde belleza a tu lado, aunque no sea nada extraordinario lo que acabo de decir, es justamente lo que siento. Como no me parece educado pedirle el número de teléfono a una real dama, aquí tienes el mío. No hace falta que llames, sencillamente hazme  una perdida y sabré que eres tú…pero no olvides hacerlo, no puedo permitirme el lujo de perderte la pista. Que tengas una velada preciosa. A mi me has regalado solo con mirarte, la mejor de todas ellas”.
Si mi cara era un poema, la de Carmela era un cuadro abstracto. Para no faltar a la verdad se le cayó al plato el bocado que estaba masticando, asqueroso, lo sé, pero es lo que pasó.
Y ahí me quedé. Con una rosa blanca en una mano y un número de móvil en la otra, pero también me quedé con algo más, con una sensación en el estómago que no había sentido en toda mi vida….



8 de febrero…Cambio de look.


¡Hola!
 Desde el sábado que no estoy contigo. El domingo lo pasé con Gabriel y ayer fue un día de locos en el trabajo. Llegue a casa rendida y con las ganas justas de un baño y una cama donde dormir, cosa que también se atrasó.
A Nico (Marita)  le ha dado la ventolera de cambiar la decoración del despacho, expone, más serio que un guardia que necesitamos un aire más vanguardista. Que lo tenemos puesto muy clásico y eso a la gente joven que viene les da poca confianza.  Como no tenía ganas de discutir con él, que nada tiene que ver la decoración si no la eficacia, que poco importa si el sofá de espera es de piel blanco o una extraña almohada donde poner el culo,  le di la razón a todo y nos pasamos medio día eligiendo el color de las paredes y el mobiliario.
Bueno, para ser honesta…toda la razón no se la di, ni loca pienso consentir que pinte las paredes en verde esmeralda se ponga  como le de la real gana, ea y mucho menos que vista a Sofía (nuestra secretaria) como si fuese un búcaro de la dinastía Ming. Si quiere cambiar su estilo, que lo haga él y se ponga una flor en la frente, joe.
Marita dando vueltas por el despacho con un montón de catálogos, parecía Meryl Streep en “El demonio viste de Prada” vestida de modistos de los pies a la cabeza con esa seguridad que da la solvencia,  loca de contenta solo con pensar que su proyecto no había sido rechazado, y haciendo mil llamadas desde su móvil a todo hijo de vecino que tuviese algo que ver con  “Servicios”. A Nico se le caía la baba  mirándola de aquí para allá. Yo de él, guardaría la figura, la corbata le empieza a hacer una curva extraña en la barriga.
 No contenta con eso, al filo de las dos de la tarde apareció la “arpía” por la puerta dejando constancia de su poderío y una estela de perfume caro que casi me asfixia. Si existe el mal de ojo yo debo  tenerlo hasta en los huesos, la mirada que me echó me dejó pasmada. Eso sí, se la devolví con la furia de mis serpientes… ¡hasta ahí podíamos llegar!  Menos mal que duró poco y cinco minutos después salieron los tres camino de un restaurante donde poder avituallarse.
Recibí una llamada del instituto de mi hija pidiéndome por favor que asistiese, si fuese tan amable,  a una reunión de padres de alumnos con carácter especial para debatir los próximos presupuestos para el viaje de fin de curso a Grecia. Y aquí hago inciso. ¿Acaso esta gente no tiene el número de teléfono de Nico?... ¿que pasa, que me he quedado yo con el sambenito? Y así se lo hice saber, pero con mejores modos. El señor que me llamó me contestó cordialmente que lo habían llamado pero por carga de agenda el señor Nicolás les había recomendado que se pusieran en contacto conmigo.
Si lo pillo lo capo. Espero que con su hijo no haga lo mismo, es cretino hasta la médula.
Comí de mala manera en cualquier sitio y fui a hacer la compra de la semana, puse lavadoras, tendí, planché, ¡ah! desatasque la pila del lavabo de los pelos de las chicas  y para colmo de males el caso que tenía entre manos; un divorcio de los complicados lo perdí por no mantenerse mi cliente con la boca cerradita. Por lo tanto fue un lunes horrible, que solo adquirió un tono amable cuando, estando metida en la cama sonó el teléfono y escuché la voz calmada de mi chico. Pude dormir con esa mezcla agradable de sueño y confort.
Así que hoy, mucho más tranquila, aquí estoy de nuevo.
Tardé dos semanas en hacer esa llamada perdida, no porque se me olvidase, sino más bien porque me daba vergüenza. Pero una tarde, jugueteando con la tarjeta donde estaba anotado el número ya raída de tanto manosearla, me hice la valiente y marqué. Tardó en contestar tres segundos.
“Hola Brike,  soy Gabriel”
¿Brike?..¿Cómo sabe mi nombre?
Tengo que admitir que me siento más mujer de lo que me he sentido nunca. He superado, no si cierto esfuerzo un montón de tabúes que me acompañaban como algo natural. Hoy por hoy tengo la vida que quiero tener, no la que puedo sino la que quiero, si añadimos a eso la plenitud con la persona que empiezo a  amar, tengo la fuerza necesaria para comerme el mundo como si tuviese veinte años, pero con la experiencia de mis cuarenta y cinco…¡ahí es nada!




9 de febrero…Con nombre propio.


Hay veces que me pregunto ¿Qué hubiera sido de mi si no llego a dar el paso? Si miro aquella vida y  la que tengo, me doy cuenta que un día hubiera muerto sin ser yo. Que detrás de cualquier lapida se guardaría una historia como tantas hay. Una mujer que dejó de ser ella misma hace mucho tiempo. Porque los parámetros que establece la vida cuando te casas quedan de alguna manera mermados para nosotras. El día que dices el “si, quiero” aún siendo las mismas palabras para los dos, cuando el anillo entra en el anular te conviertes de golpe en sirvienta, chacha, costurera, planchadora, economista, psicóloga, enfermera, modista, cocinera, telefonista y un montón de diversas tareas que ni imaginabas y eso no es lo peor, porque a fin de cuentas sigues haciéndolo de soltera, lo peor es la obligación que te generan y generas. Pasas de ser un espécimen normal a un Budá de ocho brazos.
Nunca he entendido que una mujer tenga que saber hacerlo todo y un hombre solo se dedique a trabajar fuera de casa,…yo también trabajo fuera. Y no me vale cuando algún hombre me dice, yo ayudo. No, no es ayudar, es compartir porque la casa, los hijos, son de los dos. No hay porque alabar a un hombre porque un sábado diga de hacer una comida y encima te deje la cocina que no la aclara ni Mister Proper, no, porque si es mí obligación que todo éste dispuesto desde que nos levantamos hasta que nos vamos de nuevo a la cama...también es la vuestra, caballeros.
Y de esa forma dejaríamos  de pensar al irnos a dormir: te acuestas con todo hecho y te levantas con todo por hacer y si llego a saber esto se casa contigo tu santa madre, ¡chato! mientras lo escuchas roncar a cuerpo de rey sabiendo a ciencia cierta que no ha movido un dedo…bueno si, para limpiarse el culo.
Tampoco comprendo a las mujeres abnegadas, quizá porque yo he sido de alguna manera una de ellas, aunque siempre mi alma gritó en rebeldía.
Sigo siendo de la opinión que la vida se otorga con las mismas condiciones, todos nacemos de una vagina. Y odio que muchas truequen su personalidad por el que dirán o por la comodidad que da el dinero mensual que entra a casa. Haciendo la vista gorda ante unos cuernos, ante una apatía mortal o sencillamente ante su propio reflejo. Y poniendo verdes a sus maridos a modo de terapia en cualquier reunión de amigas. Cosa comprensible por otra parte. (Y viceversa)
Visto el mundo desde otra prespectiva, soy consciente cuando digo que muchos, machismos matrimonios encierran tal falsedad que espanta.
Me alegro cada día más de que nunca me reclamasen aquellas amigas de entonces otro café, me alegro en el alma de haber roto con el pasado, de tomar un vino blanco cuando me apetece sin que te digan: ¿a estas horas y en la cama? De ver la tele hasta las horas que me de la gana o de no verla,  de leer  con la luz de la mesita sin escuchar gruñidos varios o rascarme el pie si me pica con toda complacencia.  Y me alegro en el alma de ser yo y mis circunstancias…las mías, no las de nadie.
Y si Dios quiere, seguiré siendo yo le pese a quien le pese, con todos mis defectos, porque son míos y los avalo con mi vida, no es que me gusten es que forman parte de mi. Con todas mis virtudes porque son mías y también forman parte de mí y sin enmascarar la realidad, ni soñar con quimeras. Hasta el día que me muera, propósito con juramento de una mortal del montón que se ha pasado media vida en una utopía con los ojos abiertos y en una mentira con los ojos cerrados. Detrás de mi lapida no habrá una historia más…sino mi historia con nombre propio.



12 de febrero…Hay que ser gilipollas.


Después de aquella llamada de Gabriel, el teléfono sonó todos los días hasta la tarde que me invitó a cenar.
Fuimos al mismo restaurante donde nos conocimos. No sé, pero las mariposas de cristal brillaban con más intensidad… ¿serían mis ojos? Admito que me gustó desde el primer momento, así que, no es raro que en menos de lo previsto mi corazón latiera con su nombre.
Es un hombre normal, no tiene rasgos de Redford, ni de Pitt, ni de Clooney ni mucho menos Brosnan. Tiene unos ojos oscuros preciosos que cuando te miran fijo te da  la sensación que están entrando directamente en tus mayores secretos, una sonrisa franca y calidad y unas formas de tratarme extraordinarias. Una altura media nacional y un cuerpo maduro pero bonito. Lo más chocante es que no hace nada que no sea de la más absoluta normalidad, quiero decir, no me regala flores, no me recita poemas, no hay atisbos de romanticismo, pero me hace sentir el romanticismo.
¿Sabes de que te hablo? creo que no, a fin de cuentas sólo eres una página en blanco.
El primer te quiero sonó a gloria, pero te puedo garantizar que sentir que me quiere es algo infinitamente más agradable, más intenso y mucho más apetecible que escucharlo de su voz.
Poco a poco, pasito a pasito fuimos entablando una amistad, pero una amistad con mucha complicidad y así llegamos a la cumbre de nuestros sentimientos.
Lo presenté a mis hijas dos meses después de aquella cena, un viernes, Gabriel se convirtió en ese momento en el hombre oficial de mi vida. La verdad que desde el primer encuentro,  mis hijas reaccionaron de maravilla, con ilusión hacia mi y sobre todo haciendo alarde de lo que tanto les había enseñado…respeto.
Yo fui presentada a su hijo dos días después, recibiendo cariño, ternura y mucha alegría. Creo que nuestros hijos han sido sinceros y se han dado cuenta o se dieron cuenta que dos almas tan solitarias (sentimentalmente hablando) se merecían conocerse.
Todos estábamos felices hasta que entré a trabajar el lunes siguiente.
Parece ser que mis hijas se lo habían contado a su padre el fin de semana posterior a la presentación.
Recuerdo que entré a su despacho a dejarle dos dossier, estaba como suele estar, enfrascado en un montón de papeles que nunca he entendido tanto jaleo encima de una mesa "pa ná"… y con expresión de cansado.
Nada más verme entrar, soltó un largo suspiro y con esa voz irónica me soltó.
Vaya Brike, me han dicho que a partir de ahora vas a comer filet mignon de primera… ¡mira que con un carnicero! Anda que vaya brinco te has pegado…
¿Carnicero?... ¡será el tío conservador! En lugar de alegrarse por mí o no alegrarse, pero asimilar que tengo una vida, va el cretino y me suelta eso.
No me irrité de cara a la galería, sencillamente con toda la tranquilidad del mundo le contesté: Como toda la carne que me apetece y no solo filet mignon, sino la especialidad de la casa, que por cierto es de una categoría que ni se acerca a la tuya.  Carne de esa no  comerás  en toda tú vida por más envoltorio de Prada con que te lo ofrezcan… ¡gordo antipático!
Y sin más me di la vuelta y lo dejé con cara de susto y la boca abierta.



10 de febrero…Las opiniones.


Supongo que fui centro de mofa cuando Nico soltó la noticia en su entorno. Brike se había enamorado de un… ¡tachan!, carnicero. La diferencia es que yo jamás he mirado a que se dedican las personas en su vida, con que sean buenos y honrados siempre me ha sobrado.
La arpía se frotaría las manos y todos los amigos podrían cara de espanto ante semejante situación…una abogada y un carnicero.
Carmela sin embargo sintió por mí la misma emoción que sentía yo. Ella también es feliz, a su manera, las dos hemos encontrado el camino de vuelta a casa, nuestra casa, nuestra más absoluta individualidad.
Pero olvidaron una cosa importante…somos Gabriel y Luisa por encima de cualquier cosa y eso, vale su peso en oro…. ¿no crees?
Las opiniones dejaron también de importarme hace mucho tiempo, a fin de cuenta, cada uno tiene que vivir su vida y nunca seremos aceptados por todos.
Me viene a la cabeza un viejo proverbio, la mula, el hijo y el padre. Decía así…una vez iba un padre con su hijo  a hacer unos repartos a varios pueblos, llevaban una mula con ellos. Cuando llevaban un tramo caminado, el hijo sintió cansancio y el padre lo subió a la mula cuando estaban llegando al primer pueblo. Una persona que los vio entrar, pensó…que poca vergüenza, el hijo tan joven encima de la mula y el pobre padre caminando. Siguieron su camino y al poco el hijo le dijo al padre…papá descansa tú un poco y yo iré a pie y, eso hicieron. Al entrar al siguiente pueblo se toparon con una mujer que dijo: que falta de vergüenza, el padre encima de la mula y el pobre chiquillo caminando, anda que hay algunos que tienen barra. Pasaron ese pueblo y el padre notó a la  mula cansada, así que decidió bajarse de ella y seguir el trayecto los dos a pie…al llegar al último pueblo todos miraron como entraban ya que traían el pan. Pero una voz joven riéndose les dijo…hay que ser tontos, los dos caminando teniendo una mula, si es que no hay justicia en el mundo…
Por lo tanto hagas lo que hagas en la vida siempre habrá quien te critique…y yo a estas alturas del partido me lo paso por el arco del triunfo.
La decisión de vivir juntos, aunque hablada ya de algunas semanas, la dejo un poco aparte, necesito sobre todo seguir siendo esta mujer que se mira en el espejo y por primera vez en mucho años, le gusta lo que ve.
Creo que han sido los dos años más intensos desde que nací, han sido años de cambios, de encontrarme conmigo misma y en algunos momentos llegué a darme cuenta que estaba muy perdida.
Ahora tengo una vida completa, mis momentos de dudas…un claro en el cielo y una nube partida. Tengo una casa serena, dos hijas hermosas y extraordinarias y un perro labrador educado (caga y mea fuera), también he ganado un aliado (el hijo de Gabriel) que se lleva conmigo de maravilla. Una amiga de por vida, una hermosa sonrisa y un montón de recuerdos…no estoy a disgusto con la vida,  he hice la paces con Dios.
También tengo una ilusión en el alma que cada día se hace más fuerte y empiezo  a darme cuenta que ahora, sí, me he topado con el amor.
Una caja de zapatos cargada de viejas cartas que un día de estos quemaré en algún rincón…también poseo una parte importante de esa libertad que tanto adoro, aparté roles e inventé una forma diferente de mirar desde mi balcón,  he llegado a ser amiga de mi ex y sigo sin hablarme con la arpía.
Y ésta querida página en blanco…ésta, soy yo. Brike Black.


*Rocío Pérez Crespo*
Yecla…Agosto de 2011.


2 comentarios:

  1. Me lo he pasado bien leyendo este diario, Roci creo que es un texto donde nos podemos mirar muchas mujeres, casadas o no casada
    abrazos.

    R.V.

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  2. Holaaaaaaaaaa chiqui...¿como estás?, espero que bien. Hace que no nos vemos unas cuantas semanas...a ver si tengo un ratico y voy. Gracias por entrar, gracias por leerlo y mil gracias por todo...besotes.

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