Manuel: Monte que es sierra desprotegida, casa destruida que son tus brazos, sin ventanas, cristales rotos que clavan el alma. Puerta quemada de un hoy en los escombros buscando el ayer. Son cascotes mezclados en suelo muerto, trozos de chimeneas de humos encantados…olor con magia de hogar. Viento frío del norte, secando y agrietando mi cara, haciendo humedecer mis ojos, helando de muerte mi corazón.
El ayer es hoy, el mañana…sin ti.
Ana: Como tu lo has decidido, amado mio.
Manuel: Faros son mis ojos alumbrando un camino incierto, ando sin pensar, pienso sin pensar…camino por este sendero torcido. Busco el faro de la verdad, la luz que a la casa de la felicidad me guíe…ese que sin hablar me ayude.
Ana: A ver como te digo yo que la mitad de esta existencia que arrastro, es un camino de cardos donde no brota flor. Que el amor que te he entregado se ha quedado relegado en las manos del sinsabor. A ver, como te explico…que mis labios te han besado hasta en los portales dormidos, que mis manos te ha tocado sin haberte sentido.
Creo que por más mañana y tardes calladas… ninguna noche resplandecerá en el cielo hasta que este lamento, de un corazón dolido y unos ojos henchidos, digan adiós y tome parte el olvido.
Manuel: No digas esas cosas, lucero dolido, que las flores no lloran sin sentido y, cuando lo hacen, son olores embriagados haciendo olvido.
Ana: Si digo las cosas es porque tienen sentido. Cuando una ha dado tanto y no ha recibido, lo más sensato es hacer las maletas y encontrar de nuevo camino.
Manuel: El olvido de sensaciones no queridas, no por ello mal correspondidas. Son solo momentos de ausencias, momentos no vividos. Sentir te siento, querer te quiero, siendo la parte de mi cuerpo, la más pegada a mi…la que contigo siento.
Ana: Si sintieras esos deseos…si tu alma por un momento abrigara esos sentimientos, no escucharía tanta infamia del hombre que quiero…tantos ojos helados y corazones muertos. Tanto y tanto como he llorado, tanto como te he amado, tanto como necesito perderte en el tiempo.
Manuel: Soy la culpa de tus llantos, el dolor de tu sufrimiento…más me cueste la vida, intentaré dar todo lo que llevo dentro. Pegado a ti, como la llama es del viento...que sin el no hay vida, ni calor…sin llama no hay luz en mi corazón.
Ana: La culpa no es tuya mi cielo. Cuando los sentimientos no aparecen son vanos los intentos. Quizá por eso no entendí en su momento que la escalera que emprendimos, la avancé yo sola a pasos lentos. Cuando quise darme cuenta, no estabas a mi lado, te habías quedado rezagado en los primeros peldaños. Así que, te espere sentada en el nivel más alto y viendo que no llegabas empecé a desandar lo andado. Bajé muchos pisos hasta hallarte recostado. Ahora de nuevo juntos en el mismo equilibrio, empieza a ser todo de diferente viso.
Manuel: Eso solo son intentos de esconder lo cierto. ¡Que eres mi niña!..que yo soy tu cuerpo. Subiendo estoy los escalones, aunque vaya lento…es camino seguro, para que sin daño, llegue limpio a tu encuentro.
Ana: Nos encontraremos en medio del destino, si todavía sigo en esta escalera que siempre llevó tu nombre y apellido.
Manuel: Dejemos entonces pasar el tiempo… tu bajando y yo subiendo. Dejemos el candil viejo en algún rincón perdido. Y si tiene que brillar de nuevo que sea prendido por las dos partes de un mismo sentido…el tuyo y el mio.
*José Manuel Salinas* y *Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
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