Celada de insatisfacciones que como desidia
de los días, entre moradas grises del desaliento,
me aprisiona en ámbito imaginario, me ata
a la monotonía de la desdicha, se alarga innecesaria
e incómoda como una muerte sin significados
interferida y alargada. Se desmembró el tubo
que une al astronauta con la madre nodriza
y apareció lo inhabilitado. Soledad sin perspectivas
de nuevos horizontes interestelares en vacío
permanente. Ingravidez inmutable como inacción
al albur del destino.
Con temor afronto un estado de abandono
desde lo íntimo de una esfera irresoluta y sin límites
-bola de cristal irisada-, en la que me deslizo
sin horizonte definido. Un cólico producido a deshora,
la sangre que se espesa y paraliza en los intestinos;
el marasmo del corazón en luctuosa poesía;
sufrimiento, caso cerrado, aluvión de piedras
o segmentos; cosmos olvidado de donde surgen
alienígenas a contracorriente contraídos como
fantasmas, trenzados en la muerte de las ideas
que embellecieron días de amor y dicha, hoy apagados
desleídos o rotos -como un Rembrandt rasgado
o fragmentado a duras penas recompuesto.
El sufrimiento lo anula todo, derrama larga muerte
en sempiterna hora, en cada espiral, en cada
estribación meandro o curva cósmica que tomo
o me toma; lo convierte latido a latido en desvelo
y desasosiego, extendiendo una continua tensión
de búsqueda frustrada. Inútil, vano, cruel lamento.
Mientras la hemorragia de intervalos avanza donde
casi no hay temor ni dolor ni sangre ni espacio,
tú eres esa larga historia de ambivalencias y vacíos
que me engloba; eres ese largo sollozo de opaca
eternidad -lapso personal del rapsoda enfebrecido-
que entre silencio y silencio, treguas y licencias,
esperas y respiros, solitario expira insertad y pertinaz,
en resecos desiertos astrales de compleja eternidad.
Como epítome insuperable de una realidad poética.
(Versos de antaño)
Teo Revilla Bravo.
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