viernes, 25 de mayo de 2012

MI RELIGIÓN...




No me siento culpable cuando me abrazo a tu espalda, ni cuando acaricio tu cabello, ni cuando beso tu pecho.
Te siento mío, un trozo enorme de mi cielo…
Desnudo tu cuerpo y siento en mis dedos el camino conocido, el que lleva directo a casa; ese lunar marcado, ese hoyuelo escondido, los pliegues de los años en tu ombligo. El olor que impregna mi piel es íntimo, reconocido, paladeado, serenamente almacenado en un rincón de mi equilibrio.
No me considero infractora cuando mis piernas rodean tus caderas, ni acaso un poco pecadora cuando en las noches el deseo te llama en un gemido recurrente que late en las oquedades de mi vientre.
Deseándote porque te deseo y te deseo porque no paro de desearte. Gimo, sí, por el simple hecho de tenerte. De volver a saborear tu pubis en los aledaños de los secretos y, encontrar sin culpa nuestra piel en perfecta humedad saciándose de frente. Mirándote a los ojos y encontrando en ellos la misma pasión que tus palabras guardan. Lascivas estancias, donde nace inmaculada la radiante bendición de poder fusionarme a tu raíz como la hiedra salvaje en un mes de abril.
No, amor mío, nunca me sentiré una  convicta por almacenar en mi alma tu luz, ni pediré perdón por quererte, ni arderé en llamas por desearte, no.
Cada cual tiene su religión y tú, eres la mía…


*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*

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