Y te veo marchar en la espesura de la noche, infatigable te reclamo. Mi voz, desesperada, se pierde en la niebla de los sueños sin retorno. Ya no te huelo, el aroma de tu piel tan mía, ¡tan increíblemente mía! se va desvaneciendo en el recuerdo y, tu cara, ¡tú cara!…tengo miedo de despertar un día y no tener grabadas en mis retinas la expresión amada. Tú sonrisa, la arruga que marcaba un enfado o la picardía de tus ojos lozanos. Tus manos, tus santas manos… la paz que me acariciaba.
¡Te echo tanto de menos! Que el alma duele reventando en jirones por dentro, las lágrimas no brotan, los ojos están secos…tanto me aflige tu ausencia, que parece que no siento.
¿Dónde estas vida mía? Que la piel se ha tornado cartón y las vísceras se derriten en mi interior vomitando tu nombre en una febril agonía.
Nimia es la falta de cordura ante la impúdica desesperanza que transmito, lacerante y fatua condena, en este despertar a mi conciencia y a la clara eternidad de tu alejamiento…
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
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