martes, 17 de mayo de 2011

INCIERTA CONVERSACION DE UN PASADO DORMIDO….II.

D. Manuel: Extraña y solitaria penumbra que me envuelve el pensamiento, atrofia y deja de respirar el sentido…se convierte todo en un mundo negro de pesadillas, de hilos sueltos que me dejan caer en los abismos de mí no existir.
Me presiono el pecho, me arrodillo y pienso en ese despertar, aunque agrio por la distancia, seguro de saber de su existencia…de su vivir y que se sean junto a mi.
Atienda usted, blanca camelia,  es una manera sincera de decirle…La quiero.

Doña Ana: Me ruboriza usted caballero, los brotes de las amapolas blancos han quedado antes mi faz expuestos. Apártese un poquito que me falta el aire y siento como un desvaído, no quisiera marearme…no traje pañuelo y el abanico ha quedado en el carruaje.

D. Manuel: Son luces que se encienden al entrar con su brisa, caen en forma de suspiro a este respirar agitado mío; que me hace levantar, soñar y crear sensaciones impolutas de vida a su lado, mi dama…Cuando de pronto y sin saber, de que extraña manera me deja sin reflejos, sin la luminaria que acerca mis pasos, Por el contrario con su fría calma solo hace el intento fallido y vano de quererme.

Doña Ana: Le diré, para su alma atormentada, que siempre está arriba; en la cumbre de este frágil alma que me cobija, adornando mis mejillas, siendo mi luz y mi guía y , el que ostentosamente me abre las puertas de la idolatría…más entienda caballero, que sigo siendo una dama y tan delicada como esas flores tempranas.

Don Manuel: No me ande por el recobijo de su saber, más no me diga de mis esperanzas, de mis días por venir…veo, que solo son quimeras y al final mi sentencia será la agria despedida de su amor, de una persona bajo la decadencia, si alguna vez hubo de sentir.

Doña Ana: ¿Me llama decadente, sabio caballero?

Don Manuel: ¿Escuchó mal acaso?

Doña Ana: Solo ha escuchado lo que acaso ha dicho.

Don Manuel: Yo se lo aclaro si me permite usted, he querido decir  una persona bajo la decadencia de su sentir, refiriéndome a mí. ¿Se lo he aclarado, mi cielo?

Doña Ana: Me llama cielo como si fuese una ironía y no comprende, amable caballero, que antes sus ojos solo hay una mujer con el deseo de ser amada con la misma brisa que ella adora con su esencia divina.
¡Que humor mas fiero enconge el corazón que lo porta! Cuando ante la gravedad de sus palabras solo se escuchan desdichas.

Don Manuel: De Quevedo dijeron que era traidor a la mentira, que luchaba sin descanso con las armas más temidas, desde la a hasta la  z, desde la tinta al pergamino…desde las ideas al infinito, de humor negro e ironías todas de ellas se valía, de ahí que con todo se metiese…con lo vivo y con lo muerto.
Eso es humor fiero, la ironía con corona, las verdades escondidas y dichas  con voz a través de sus letras.

Doña Ana: ¿Y me compara  con tal personaje? ¡Pobre de mi! Una humilde sirvienta. Que bajo esta apariencia se esconde un corazón que revienta y lo hace de mil pasiones, todas con su nombre y su certeza.

Don Manuel: No la comparo a vuecencia con tal personaje, ni tan siquiera la arrimo. Solo me limito a decir que tales diferencias…de las palabras dichas con humores fieros.

Doña Ana: Veo que no tiene conciencia de lo que de verdad se expone.

Don Manuel: La conciencia es el no existir, vivir del recuerdo; que siendo mala nos atormenta y siendo buena, no nos da alimento.

Doña Ana: Vaya unas maneras más indolentes de tratar a una dama. Sepa usted caballero que una declaración jurada, si en su boca vale algo en la mía es pura misa con papa.

Don Manuel: Solo son palabras, de usted en ingenio domado, depende el escoger entre tanto diccionario… ¡lleve, lleve las que mas les plaza! Las que mas a su medida le vistan y deje las otras que tanto le espantan.
Ya sabemos que el papa en estos tiempos, el Borgia presumido, ese donjuán con sotana, ese de poder y vicio.

Doña Ana: Vaya majadero esta usted hecho. Solo le dije que lo amaba, no creo que haya pecado ante tales palabras, mas...veo que han sido insultos por sus oídos rescatados.


Don Manuel: Mi no saber y mi decir sutil… ¡Válgame Dios! Lo que molesta no lo apaña, ni los sofocos ni sus ganas.

Doña Ana: Ya callo entonces y acontezco los agravios a mis verbos. Ya no busque en mi boca palabra alguna que pueda adornar o aplacar su santísimo ego.

Don Manuel: Cuando la palabra es ofrenda, es gloriosa. Pero si la torcemos como dagas deja de ser ofrenda para ser  maldiciones mal dadas.

Doña Ana: ¿Dónde ha visto usted ofensa?

Don Manuel: Verla no la oteo, sentirla...rozando. Pero como la siento tan molesta ya se lo digo de antemano.

Doña Ana: Que vulgar es usted, ni la pluma ni el cincel han podido sofocar lo que en realidad esconde su ser.

Don Manuel: De esconder lo tenia, mas no puedo ya retener, que presumiendo de dama de alta alcurnia, solo es una mujer. Que aprieta, que lanza y acierta en este pequeño y dolorido ser.

Doña Ana: Una mujer enamorada, mire usted…para darme cuenta a la larga que ha sido de un bufón cuando esperaba un caballero con espada.

Don Manuel: jajá jajá, ahí le tiene usted.

Doña Ana: Hasta para reírse ha perdido la gracia.

Don Manuel: Eso es ser bufón y nunca lo pensé de usted.

Doña Ana: Pensarlo no lo hizo, pero tratarme como tal lo ha hecho con poesía y malas palabras. Así no se trata a una dama, sea bufón o caballero, así solo trata a una dama cuando quien lo hace no tiene moral ni calaña.
Tome sus rosas, sus cartas de amor y el frasquito de esencia que me regaló la semana pasada, entrégueselo a su santa madre y, si por acaso ella no lo quiere…úselo usted bajo la pluma de su precioso copete,  porque va a ser la única  fragancia de mí que le quede para siempre…pero si ve que tampoco es suficiente, vaya a los barrios bajos que allí seguro que es le ofrecen.



José Manuel Salinas y Rocío Pérez Crespo.
*Derechos Reservados*
(Imagen bajada de la red)









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