domingo, 15 de mayo de 2011

FIN DE TRAYECTO…


La renuncia llegó con los últimos tonos del crepúsculo; en la ladera, entre dos peñascos, un sol dormido se retira apesumbrado.
La noche entra a pasos acelerados, dejando un abisal estrellado en los confines de mis retinas, ha sido cuestión de  minutos… desde el naranja perlado me sumerjo en el negro más infinito.
Ya no percibo el horizonte…en este viaje sin retorno, solo me queda un sonido asnal al que llamo  recuerdo.
 Y me pregunto…
¿A quien le diré ahora como empezaron a caminar nuestros hijos?
¿O cómo me gusta un café con leche una mañana de domingo?…
¿A quien le contaré  por qué  la pequeña duerme asida con fuerza a su osito?
Si es algo que solo tú y yo sabemos sin tener que aprender a conocerlo.
¿O por qué está ese libro siempre torcido? Y que cada vez que lo miras haces un guiño… ¿O el peluche en el estante con el lazo caído? Un cuento sobre la cama o una radio enredada entre las sabanas...unos pies fríos.
Aunque…
Lo cierto que la incuria albergó  nuestro nido, aquél que formamos confiados, creyendo que  sería un singular dominio. A prueba de cualquier inclemencia, de cualquier azote infausto, pueril…podrido.
Deletérea fue darse cuenta que aquello que juramos ya no tenía sentido. Que no nos quedaba  ni huella de reminiscencia del por qué nos unimos.
Comenzar de cero…mirarnos como amigos  y entender que todo tiene un principio hasta para romper los lazos divinos.
Ahormar mi corazón a mi razón es lo permitido, señalar el punto de partida: lo convenido y decir adiós, lo más sensato que hemos hecho los dos en este camino.


*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*

Una vez escuché… ¿Cuándo dejasteis de amaros? La contestación me impacto, decía así: setenta y dos horas…cinco meses…ocho años, depende desde donde quiera empezar a contar.
(Imagen bajada de la red)

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