Música… tus notas me acompañan en mi andadura por estos parajes desolados que me embotan la razón y condenan mi alma.
No recuerdo con precisión el último día que olí una flor, ni tan siquiera recuerdo de que color es el cielo, si azul o negro.
Más tus sonidos quedaron perpetuos… y en la amargura de mi soledad puedo entonar de memoria las notas en su escala magistral. Es como una lluvia fina que sincroniza mis movimientos… danzarines y radiantes, con esos balanceos que provocan en mí una sonrisa flamante.
Camino sin saber donde voy, hace demasiado tiempo que el polvo cubrió las veredas y esa nube oscura apago la luz de los valles y dejó seca toda alma viviente que se paseaba erguida por esta tierra.
Entre las llagas emanando sangre y pus me muevo. Sin rumbo… sin saber donde terminaré mañana… más tus sonidos me acompañan. Y me hacen evocar aquellas curvas de tu espalda… tan generosa y tan salada. Tus ojos mirando serena la tarde de aquel otoño que te hice prisionera. El banco del parque cubierto de hojas secas… en colores perennes de naranjas y violetas.
Tus manos blancas de uñas sonrosadas acariciando mi cara y haciéndome sentir el hombre más importante del planeta, tan solo por ser tuyo y que me quisieras. El día que levanté tu falda… y tu mirada entre avergonzada y somnolienta, como intentando que mis manos se parasen sin querer que lo hicieran. Tú bendita entrega… el cuerpo desnudo de la mujer más bella.
Los colores de tus carnes y el sabor infinito de tu boca tierna. Realeza pertinente de unos recuerdos que solo están presentes cuando consigo entonar los acordes de las corcheas… después todo es polvo marengo que cubre hasta la reminiscencia más grata, la más añorada.
Derogar quisiera todo lo vivido en estos años de asedio. Y volver a las noches serenas con mis dedos tocando las nacaradas teclas y observando tu baile en singular destreza.
Después de la tormenta solo quedamos un puñado de imbéciles contemplando lo que queda… que no es más que muerte enferma y delimitados laberintos de penas.
Ojala me hubiera llevado con ella. Y no dejarme mutilado en esta infértil gleba que nada da y menos deja.
Muerto de frío y de angustia, vago como un ente sin alma… solo me hace humano el sonido calido del compás de la música y la evocación sagrada de tu mirada de seda.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
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