martes, 13 de diciembre de 2011

TELARAÑAS...



- Me sucumbe tú sensibilidad, las formas claras que sostienes. La mirada altiva, y sin embargo cargada de humildad. La ilusión del niño que llevas dentro, la pugna para no perderlo…es asombrosa.
Levanta los ojos y me mira con fijeza.
- No sé si estás hablando en serio o en broma –dice con voz meliflua-
Yo estoy sentada en el viejo sillón de cretona cerca del balcón, las cortinas están descorridas dejando paso a la luz de la mañana. Una mañana fría y destemplada de éste mes de diciembre. Los árboles los veo opacos, si brillo. Siempre me pregunto ¿por qué todo pierde encanto? Cada estación trae consigo bellezas, pero hace un tiempo que he dejado de contemplarlas, sólo distingo colores pardos.
He encendido un cigarro, sé que no le gusta que fume y mucho menos que lo haga en su casa, pero no dice nada… dejo un espacio abierto entre él y yo.
- Estoy destrozado y no entiendo nada. Antes de ayer decía que me quería y ayer hizo las maletas ¿y tú me vienes con ojos y pugnas? Eres mi amiga, ayúdame a entender y déjate de gilipolleces ¡joder!
Se ha levantado de golpe ante mi silencio, se acerca al mueble del fondo del salón y abre una de sus puertas, saca dos vasos y desde lejos me indica si quiero…digo sí con la cabeza y llena sendos vasos con güisqui.
- Dime ¿Cuándo piensas dejar  que Peter Pan  regrese a los mundos de nunca jamás? ¿Cuándo te vas a dar cuenta que no haces las cosas bien?
- Yo me doy cuenta de todo, Carla, de todo. Toma, no tengo hielo –me alarga el vaso-
Espero que tome de nuevo asiento, está frustrado, hecho una verdadera pena. La camisa por fuera del pantalón, el pelo hecho una maraña de tanto mesarlo con las manos.  Pero él, y sólo él se lo ha buscado, aunque no sea capaz de darse cuenta.
Se bebe medio de vaso de un trago y se queda fijo en un punto de mis zapatos, o eso creo.
- No puede hacerme esto, Carla. Todo iba bien, no pasaba un día sin que me dijese diez veces lo mucho que me quería, hace tres noches hicimos el amor…es increíble. Y de pronto, se va. De pronto hace las maletas y me dice que se va y, se ha ido para siempre. ¿Y yo soy el culpable?
- Pero tú me has confesado que nunca llegaste a estar enamorado de ella. Que sabias que era la mejor mujer que Dios te había puesto delante, pero no llegabas a sentir por ella lo que habías sentido por otras. Nunca te enamoraste de Mamen y, se lo decías. Isaac…ella lo sabía. Ella sabía que no estabas enamorado y se mantuvo a tu lado por lo mucho que sentía por ti. Pero creo que si sumas a esa información tus devaneos con otras mujeres…te sale la suma clara, sin decimales –tomé un sorbo de güisqui, lo noté áspero, casi agónico. Carraspeé para aclararme la garganta antes de formular la pregunta- ¿Qué has hecho esta vez?
- Nada. Bueno…algo ¡joder!
Se ha cubierto la cara con las manos. De alguna manera intenta esconder su pecado.
Yo no he hablado con Mamen, pero me resulta extraño que se marchara sin decir adiós. Conozco los sentimientos de esa mujer ante el despojo que tengo delante. Es amor; lo ha amado, lo ama y creo que lo amará toda su vida.
La mañana se presenta larga, acomodo mi cuerpo de nuevo poniendo los pies encima del brazo del sillón. Un haz de sol se filtra por los cristales dando de lleno en la alfombra. Me  quedo mirando las pequeñas motas de polvo que brillan como estrellas y, preguntándome por qué el amor es tan complicado.
Cuando te aman, tú no amas…cuando tú no quieres, el quiere. Vaya despropósito de vida, de gentes y de estupideces. Somos realmente una pandilla de tarados. Pero los sentimientos son así, no existe una pastilla que al tomarla haga crecer el cariño por una persona. Es algo que nace, que surge…que no se puede moldear a capricho.
Acerco el vaso a mi boca y tomo otro trago.
- ¿Qué has hecho esta vez?
Repito la pregunta y suena como una losa en los oídos de Isaac. Odia que lo conozca tanto, odia no poder mentirme. Odia no tener excusa…
- Fue hace dos semanas.  Al salir del trabajo pasé por el bar de Lolo, ella estaba en la barra. Nos pusimos a charlar, bebimos…no me mires así por Dios Carla.
Sé lo que va a llegar en esa historia que está empezando a desvelar. Lo miro así porque no entiendo que tenga la osadía de decir que no sabe por qué se ha ido Mamen. Si me estuviese permitido, le daría dos bofetadas…pero no soy su madre, sólo soy su mejor amiga y como tal me toca escuchar, consolar en la medida que pueda y aceptar que es así.
- Sigue, no hagas caso de mis ojos…cuéntame.
- Bebimos, sé que eso no es excusa, pero te  cuento lo que pasó. Terminamos follando en el hostal que hay dos manzanas más abajo.
- ¿y?
- Cuando llegué a casa le dije a Mamen que se había complicado la tarde en la oficina, que había tenido que pasar por varios clientes.
- ¿entonces?
- Entonces… es que quedé con ella otra vez. Es sólo sexo, Carla. Yo quiero a Mamen.
- ¿Y si quieres a Mamen, por qué follas con la primera tía que se te pone delante?
- Creo que es inseguridad. No lo sé…no tengo ni idea. Te puedo decir que cuando me miran las mujeres, me gusta y, si me proponen o me insinúan no sé decir que no. Me gusta follar por follar… ¿lo entiendes? Al margen de los sentimientos.
- No, no lo entiendo, pero no creo que eso importe mucho. Quiero decir que no es a mí a quien tienes que convencer.
- Quiero que vuelva…la quiero. Quiero a Mamen, Carla.
- ¿Cómo se entero Mamen?
- Se lo dije yo.
Lo miro a la cara. No puedo decirle lo que pienso, porque si lo hago lo mato de un infarto. Las ganas de gritarle se hacen inmensas, forman un nudo en mi estómago…valiente cretino. Me bebo de golpe lo que queda de liquido, entra caliente, quemando, noto como se desliza por la traquea.
- ¿Quieres otro? –Me pregunta mirando mi vaso vacío- yo me voy a servir uno doble.
- Sí, rellénamelo.
Se levanta. No entiendo al ser humano. Primero golpeas, rompes hasta lo más sagrado a puñetazos y después te lamentas.
Yo tenía que estar acostada, es domingo, el único día que tengo para hacer el vago. Sin embargo aquí estoy, escuchando a un cantamañanas en sus gimoteos y bebiendo güisqui sin hielo para anestesiar las neuronas. No he podido decirle que no cuando ha llamado llorando a las ocho y media. Con lo fácil que se supone que tiene que ser decir no. Pues no, es si. Es sí siempre, es sí cuando no quieres, cuando no te apetece, cuando no soportas…si, si, si, si.
Desvío mis pensamientos. Lo hecho, hecho está.
- ¿Me dices que hago para recuperar a Mamen? ¡Vamos Carla!
- No tengo ni idea. Llámala, habla con ella, no la presiones. Dale su tiempo, ella te ama, creo que si haces por ganártela, pero de corazón y con el firme propósito de no cagarla de nuevo, igual vuelve contigo.
- ¿Y si me dice que no? quedaré expuesto.
Encima cobarde…
- El no ya lo tienes Isaac…ve mejor a por el sí. Gánate ese sí.
- Creo que no es mala idea…eso haré.
Suena un teléfono. Miro a ver si es el mío, tenemos la fea costumbre de poner todos los amigos la misma sintonía. Otra estupidez.  Es el de Isaac.
Está hablando en voz baja, es una conversación que no debe  importarme, así qué me meto de nuevo en mis contemplaciones.
En un principio me mantengo así, expuesta ante esos cristales que dejan ver un parque, un cielo y miles de vidas deambulando de aquí para allá. Así es la ciudad, una marea de pensamientos que no se pueden reflejar. Si pudiera escucharlos todos, seria una locura sin coherencia.
 La voz de Isaac me llega nítida, no habla fuerte, pero en el silencio puedo entender que está diciendo.
- No te preocupes belleza, que esta tarde en el hostal te follo enterita, no va a quedar un trocito de ese pedazo de cuerpo sin lamer…
Dejo el vaso encima de la mesa de centro. De pie, espero que termine de hablar. Se ha dado cuenta que lo he escuchado. Se despide precipitadamente y viene a mí con cara de cordero "degollao". Sólo me salen unas pocas palabras.
- Si llamas a Mamen y vuelve contigo, ya me ocuparé yo que marche de nuevo de tu lado. Eres un miserable, cretino, enfermo y subnormal.
No se atreve a contestarme.
El portazo que doy al cerrar la puerta me acompaña hasta mi casa…


*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*






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