sábado, 22 de octubre de 2011

NADA ES COMO YO RECUERDO...




Ayer, como otras tantas veces, hice una pausa. Supongo que es una manera burda de llamar al instante de ocio, a entrar en un estado teórico de semi-libertad. Entre en la cafetería de siempre, la de esa esquina transitada por multitud de personas, edades y sexos.
Todos con sus quehaceres cotidianos, sus prisas; creo que muchas simuladas o impuestas  ¡vete a saber porqué o por quien!  Personas indiferentes unas de otras, sin roce, ni calor cívico. Caras simuladas, algunas de prepotencia, la mayoría serias inmersas a saber en que pensamiento, o simplemente la forma de llegar a final de mes. El caso es que si tuviese que hacer un perfil seria algo así como, seriedad por estreñimiento severo y prolongado de una existencia sin futuro, no en los tiempos próximos, pero sí en estos en los que vivimos.
Siempre pensé que esta cafetería, camarero y clientes habituales incluidos, era parte de mis momentos, esos momentos donde se carga de energía para seguir con la labor diaria, despejar la mente  (como dirían los mayores). De esa manera también lo pensaba yo. En realidad era como un punto de reunión sin buscar, ni quedar. Un cortado con charla, generalmente de cosas triviales, del tiempo, del partido del domingo y por supuesto de esta crisis que nos lleva a la ruina. Todo sin demasiada profundidad, la verdad sea dicha ni mucho entender. Pero era para mi y los demás, nuestros momentos.
Hasta que sin saber porqué, como si de un arte de una magia macabra se tratase, me ha venido  un pensamiento al cual hoy le sigo dando vueltas. Creo que las cosas ya no son como antes y,  lo que era una forma de escape, de sosiego mañanero, se ha convertido en algo totalmente distinto. Es una sensación de continua presión, de ser una parte más del redil en lo que nos estamos convirtiendo (borregos sin decisión propia). Y me he puesto a comparar como era todo solamente  un año atrás.  La misma hora, el mismo lugar, hasta el mismo sabor del café, pero… ahora el volumen de la música es mas alto, supongo que será una forma de compensar que el bullicio no es el mismo,  tal vez también para que los pensamientos de esa gente callada no se hagan publico, sustituyendo las risas por los estribillos estridentes del cantante de moda.  Pudiera ser también la compensación de menos afluencia, no están las cosas para desayunos y,  mucho menos relajados,
Tampoco ayuda el que ya este prohibido ese cigarrillo tan toxico para nuestra salud, pero que  le hacia muy bien a mi  mente, la sensación de bienestar, de el finiquitar una labor casi necesaria, alimentarse y relacionarse de una forma costumbrista de siglos.
Supongo que algo tiene que ver, pero me doy cuenta que tampoco toman café los detractores acérrimos del tabaco, debe ser que querían no fumadores, pero sí tertulia, en fin. Creo que es un poco de egoísmo, un intento de mandar sobre la libertad de los demás. Como el resto de clientes, los que quedamos, tomo mi café con la rapidez precisa  para salir a echar ese cigarrito, claro está, en la calle, en el rincón menos visible. No vaya a ser que me vean y me señalen como si fuese un terrorista.
Aunque enfrente está el parque casi vacío, tampoco se puede fumar… los mayores ya no lo hacen. Los niños están en el colegio  y, aquellas terrazas donde las mamás tenían su punto de reunión mañanera, están a merced de las palomas. La verdad que ya no se fuma en casi ningún sitio.
Dicen los políticos, esos de imaginación torcida, desgastadores de nuestra paciencia y no solo por el tabaco, esos dioses con poderes humanos y culo apretado, que todo es por nuestro bienestar y salud ¡mentira cobarde! abusadores de mi libertad y la de tantos otros que pensamos, que no somos ni seremos rebaño de nadie.
Que la libertad individual está por encima de casi todo y,  por supuesto por encima de ellos, meros serviles nuestros y que no todos somos panzas agradecidas, de bocadillo, bandera y autobús.
He terminado el cigarro, piso la colilla y me dirijo a continuar con mi labor, la de supuestamente producir para el bien de todos, ¿de todos? Bueno esto será para otra ocasión. Ya no es nada como antes, por la acera sigue un deambular de estreñidos…
He dicho.



*José Manuel Salinas*
D.R.

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