miércoles, 24 de octubre de 2012

UNA MÁS VIII...Crónicas de una jornada.





4:50 a.m.

La plaza está mojada, los camiones de la limpieza han comenzado su tarea. Todo está en silencio, excepto el rugir de las tripas de un motor que se escucha en algún punto que no alcanzo a ver.
Hoy el cielo se presenta ante mi muy oscuro, no veo a la luna y, las pocas estrellas parecen apagas y mortecinas, como escondidas, sin embargo la temperatura es estupenda. Como suelo decir en los últimos días, hace mejor madrugada que mañana. No llevo chaqueta, tampoco la necesito.
Miro el gran ficus y le doy los buenos días; eso sí, no lo veo lo intuyo. A esas horas su follaje se pierde con la noche. Erguido majestuoso superando la altitud de los edificios, frondoso, lleno de vida y salud. Hemos creado entre los dos un lenguaje sin palabras, nos entendemos bien, nos apoyamos bien. Somos un mismo espíritu.
Inserto la llave en la cerradura y la persiana se despereza con un gruñido molesto.
Empieza mi jornada.
Cada mañana, recuerdo las palabras que alguien, en tiempos pasados, repetía cada día junto a mí: cuando un obrador se pone el delantal, mete sus manos en harina y acaricia la masa, está trabajando para Dios, porque estás haciendo el pan nuestro de cada día…no lo olvides nunca, Rocío. Por lo tanto tienes que ser perfecta, o por lo menos intentarlo, rápida, audaz, ordenada, humilde  y limpia.
Y no, no lo he olvidado, por eso mismo cada vez que hago el ritual para comenzar mi trabajo, se lo dedico a Él.


6:55 a.m.

Golpean la puerta. Se terminó el silencio. Mis compañeras, con el sueño todavía latiendo en alguna parte empiezan a llegar.
La más resuelta prepara la cafetera, la calienta, la sangra, hace los primeros cafés que van a directamente a la fregadera.
Los siguientes serán para nosotras.
Un café con leche muy caliente, un cigarro y el aire fresco que permite secar mi espalda, mientras los hornos van cociendo, desprendiendo un aroma dulce y familiar. El siguiente pan está ya cortado, con su forma y su fondo,  preparado para recibir el calor necesario para dorarse.
Ya no queda agua en el suelo, si acaso algún charco rezagado, resguardado debajo de los bancos de la plaza. Me miro de arriba abajo, voy llena de harina. Este uniforme tan moderno que nos han puesto, no es nada practico para aparentar limpieza. En fin.
El ambiente es mucho más frío que hace dos horas, el cielo todavía se mantiene oscuro y mi querido ficus está en sombras.
Hablo con él. Le digo que los deseos se cumplen, aunque a veces el precio sea alto. Él lo sabe, como sabe de mi soledad, de las largas horas en esta ciudad, de mi afán por superarme todos los días, de mi lucha, de mis anhelos…de ti. También le hablo de ti, le cuento de tus ojos, de esa sonrisa que despierta mi alma, de tus letras y palabras, de ese caminar tan bonito que tienes. De lo importante que eres para mí…y me siento chiquita, muy pequeña, más de lo que soy. Enamorarse es un estado precioso, pero muy molesto cuando solo es uno quien lo hace.
Apenas puedo ver la torre de la iglesia de santo Domingo.
A través de algunas ventanas se empieza a detectar vida. Imagino como se sienten. Las sábanas todavía calientes, la placidez del sueño abandonado sobre la almohada. Los problemas amontonándose delante del espejo del aseo. El sabor del desayuno en la mesa de la cocina…un día más.
Todo sigue en silencio en la calle, aunque se empieza a detectar presencias entre las sombras. Algunos parecen zombis, más que andar van arrastrando sus organismos.
Me digo: ¡que falta de vitalidad, joe!. ¿Creerán que han madrugado? Sí, lo creen. Yo también pensaría igual, esa es la verdad. De hecho lo pienso cuando mi horario es de despacho.
Suena una alarma a mi espalda, el horno de piedra me llama y, como no le haga caso, el grito se va a escuchar por toda la vecindad, será mejor dejar amanecer sin mi presencia y sin mis desvaríos, no va a ser lo mismo, pero seguro que la claridad asoma con la misma disciplina de siempre. ¡Presumida que es una! ea.
Los primeros desayunos empiezan a ser servidos. Me gusta encontrarme con las mismas caras todos los días, se hace familiar el trabajo.
- Hola, buenos días, Rocío. ¿Ha hecho ya los croissants?
- Buenos días, guapísima…. listos y calentitos para ti.
En cinco minutos llegará  Pedro…Un manchado, una tostada de aceite y un chiste.


9:00 a.m.


Cantan los pájaros en las ramas de mi ficus. Está contento. El sol todavía no ha salido, pero el color del cielo ya es azul, se filtra entres los huecos del follajes ese viso que no alcanza todavía la luz necesaria, pero advierte de su esplendor. La iglesia de Santo Domingo ya despunta con claridad y las casetas diseminadas por la plaza adquieren sus colores, rojo y blanco. 
Ya tengo más del noventa por ciento de mi producción hecha, solo me queda dos hornadas para apagar los hornos y programar el grande para mañana.
En la calle huele a  ensaimada y mantequilla, a chocolate caliente, es un aroma agradable a estas horas tempranas.
Llevo cuatro horas consumidas…
Saludo a María, a Carmen, a Lola, charlo unos segundos con Belén y con Dama (mis compañeras)  que van medio locas de aquí para allá.
Sigo con mi tarea.


12 a.m.

Estoy en plena función. A estas horas el trabajo es más duro o yo estoy más cansada. Preparo el trabajo para mañana, todo tiene que estar dispuesto para las cinco de la madrugada y, es mucho.
Fuera, en el despacho, el lío es tremendo. Dentro las “llandas” se van completando y vaciando a una velocidad que acojona.
En la calle la vida se proclama campeona. Un devenir de gentes, de coches, de autobuses, de niños…es increíble como cambia el paisaje.
Y en medio de todo ese caos, yo y mis silencios. Mis miradas, mis sueños, mis perspectivas, mis angustias…sencillamente, yo. Estoy y no me veo muchas veces, otras, sin estar mi presencia adquiere relevancia, soy y no soy, estoy y dejo de estar.
No ha salido el sol. El ambiente es un algo cargante, amenaza lluvia, o eso me parece. Para los partes de tiempo nunca he sido acertada… ¿o sí? Pero el ficus no brilla con la misma intensidad que otras jornadas. Tiene ese verde apagado, así que…lo más seguro es que llueva. ¿O no?
Las palomas hacen corrillo en la terraza, esperando como camicaces, alcanzar las migas que van cayendo al suelo.
Mi segundo café con leche muy caliente y sin espuma está a punto de ser consumido, esta vez sin cigarro, no me puedo permitir perder el tiempo.
Tengo una hora y queda demasiado por hacer…


13:00 p.m

He terminado mi jornada. Ciertamente siento un agotamiento en algún punto poco concreto de mi organismo. Mañana será lo mismo.
Salgo a la terraza, ya sin delantal,  para hacer el pedido con cierta tranquilidad, ahora sí me enciendo ese cigarro. La chica de “Movistar” se para conmigo a charlar. Es un sol de niña. Hablamos durante unos minutos y sigue su marcha. Yo empiezo a anotar la producción mientras el cigarrillo se va consumiendo y mis pensamientos han dejado de ser míos por unos segundos.
Todo está concluido…
Dejo las indicaciones precisas para las chicas de la tarde.
Me acerco a las estanterías donde Belén se debate entre “Rajolas” y “Tetillas”,  ensaimadas y flautas de chocolate, cojo un pan de espelta, me gusta ese pan. Me lo corto a rebanadas en la maquina y, pienso en mis hijas. Mejor me llevo también unas cañas de chocolate. Sí.
La panadería está llena, la cafetería también…
Echo un último vistazo al obrador, todo está en orden. Todo sigue su marcha y yo…yo, yo, en fin.
- ¡Chicas! que terminéis bien el día…hasta mañana.
Escucho sus voces despidiéndose de mi entre una maraña de voces ajenas. Sonrío.
No me despido del ficus, no hace falta. Sé que estará ahí.
Esta ciudad es bonita, alegre, tiene vida, pero también consume y lo hace de una forma precisa…siempre tiene prisa.



*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*









4 comentarios:

  1. Qué maravilla, Rocío. Conozco la panadería donde trabaja la protagonista de estas crónicas, es más, he tomado café allí (delicioso, por cierto), la plaza y hasta a la chica de movistar. Qué buena descripción de todo el entorno. Felicidades por tu genial historia. Me encanta. Besos.

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  2. Pues la proxima vez que vayas, pregunta por mi, que tengo muchas ganas de conocerte personalmente y darte un gran abrazo. Un beso enorme y gracias por tus palabras.

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  3. Mañana estoy allí que trabajo cerca. Un besazo.

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