Háblame del amor –me dice entre
dientes- Oculta una sonrisa y entorna los ojos.
Los mil años de soledad se
dulcifican y un camino se dibuja al fondo. Pasos de guerrero, va buscando entre
los recuerdos las mariposas verdes que un día bailaron entre sus manos.
Háblame del amor –me dice entre
dientes- fija los ojos en las hojas secas del otoño, en la resina que escupe el
tronco, en los cantos desquiciados de las raíces y, después de un rato, esa
mirada se posa en mi rostro…
Háblame del amor –me dice entre
dientes.
Estoy tan vacía que no me sale ni
una sola palabra. No formo, no hilvano, no imagino… no siento. A no ser el frío congelando las vértebras.
Así, en esas circunstancias tan
adversas, la vida solo late a ratos en estas venas obtusas. La memoria acoge
solo aquello que hace daño, o más bien diría, que lo que me hace daño es
aquello que no comprendo. Y, desdeña, de manera casi bochornosa, lo que me
hace sonreír o, por lo menos, me oferta
esa especie de paz donde me siento como pez en el agua. Ni calvo ni con dos
pelucas. Termino medio y aceptable.
Debe de ser que la capacidad de intentar
aportar luz a esta oscuridad absoluta, es más fuerte que mandarlo todo a la
mierda sin importarme nada ni nadie.
Que a una la truequen por un
juego de estrategia a plano de calle; sin más explicaciones que un: es complicado “Anita”. Te deja como poco fuera de lugar.
No tengo palabras para hablar del
amor, ni tan siquiera me queda el residuo de esa sensación.
Amor, amor, amor….¿qué coño es el
amor?
Estoy cansada de inventar, de
ejercer como primera persona en un sueño que no deja de ser eso, un maldito
sueño.
¿Sabes?
Todos cerramos los ojos, y en las
noches más negras inventamos historias de amor. De ese amor de fantasía donde
todas tus expectativas y carencias, quedan compensadas. Colmadas. Manos que
dibujan tu cuerpo, sentimientos que callan la boca con besos de miel, donde te
enamoras de la curva más bella del
mundo. Saber que eres amada, amado, que estás, que está. Que somos, que es, que
soy.
Tu nombre, su nombre…un nombre.
Pero llega la madrugada y todo se
disipa. La realidad arranca las ganas dejando el corazón hecho papilla y, las
sensaciones al borde del colapso. Y entonces todo se llena de mala sangre. La
cabeza va por libre, ajena por completo a la sensación de plenitud que has
sentido mientras los ojos han permanecido cerrados. Y entonces, el deseo es de
muerte. Piensas y piensas: ojala se parta la cabeza contra un pilón el tío
payaso y, se coma su juego con patatas podridas. Todo lo que sea para desechar
de ti el dolor.
No…
Háblame del amor, me dices…y no
soy capaz de formar una historia para ti. Ya no. Para hacer lo que me pides
tengo que tener las mariposas verdes bailando en mis manos y mira, están vacías.
Pero si puedo hacer por ti una cosa, la última.
Me mira y siento que una libélula
vuela por sus ojos. El otoño, naranja y rojo se ha concentrado en sus mejillas.
Las hojas dispersas por el suelo se han concentrado encima de la mesa. El guerrero, más fiero que nunca remonta. Vuelve
a sonreír, esta vez sin melancolía. Asiente dando paso a mi ofrecimiento.
Quiero que me hables del amor –le
digo entre dientes.
*Rocío Pérez Crespo*
Me parece fantástica sobre todo la estrofa final. Más besos.
ResponderEliminarHola Juana. Muchas gracias cielo. Un besote.
ResponderEliminar