Momentos interminables, segundos
que parecen horas. Miradas que se vuelven necias, voces que ya no ocultan sus
antipatías.
Mi voz clama venganza ante el
inconmensurable despropósito de estar aquí, en el centro de un círculo que no
tiene núcleo. Soportando como se satisfacen con palabras prestadas que no
llegan a destilar ni santiguándose o parafraseando una cita ambigua que nada
tiene que ver con ellos. Recalcando con prepotencia un mensaje que siglos
pasados un sabio dejó pegado en sus faldones, y que lo llevan pegado a la
frente como si lo hubieran escrito de puño y letra.
Hoy, a esta hora, cuando los
últimos rayos del sol se filtran entre las ramas de los sauces y las mulas, son
meras estampas de infancias insostenibles, acentúan una vez y mil veces que el
equilibrio, como la diferencia son estados imperturbables. Y no se dan cuenta,
que nada los diferencia…Que la romana que los define, está inclinada a la
derecha, en el lado opuesto del corazón.
Y es que, no se puede ser individual
en un colectivo férreo de palmadas en la espalda, que cuando uno dice:
¡bicho! porque bicho es lo que percibe, los demás corean ¡gusarapo! apuntándose un
tanto por aplicar, sencillamente, un sinónimo que es menos
prosaico. Más poético, con más métrica, más estable e infinitamente más perverso…
*Rocío Pérez Crespo*
No hay comentarios:
Publicar un comentario