miércoles, 4 de julio de 2012

PECADO CAPITAL...



El término “capital” no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a otros muchos pecados y rompe con el amor al prójimo, y por ende, a lo que proclama Jesús.

Por cada pecado capital nos encontramos con una virtud. Es la cara y la cruz de la siempre eterna moneda.
En 1589 Peter Binsfeld, Obispo Sufragáneo de Tréveris y muy conocido escritor teológico,
alcanzando fama como uno de los más importantes cazadores de brujas, asoció a cada pecado un demonio.
Os presento el pecado más importante de todos, pues encierra otros pecados en él.




SOBERBIA...(Dios al hombre)


Pavo real, espejo dorado. Reflejo de los cauces de tu razón, anquilosados momentos de rebeldía o quizá de ese punto de espesura donde tus inseguridades se ven matizadas, en dones altaneros de sonrisas falsas.
Ojos que miran por encima, y a la luz, turquesas plumas sin carisma intentan camuflar la bajeza acomplejada de tu espíritu.
Metal revestido de nobleza, que a duras penas soporta el paso del tiempo. Ante ti sólo estás tú, sobre ti, solo existes tu. Por debajo de tus pies, camina el resto de la humanidad arrastrando lo natural y sobrellevando la posición de tu henchido ego.
Te crees héroe de mil batallas, sin rebajar tu altura a pedir perdón de tus pisadas…y la chispa que salta de tu vientre, enarbola la creencia de que puedas escalar la cumbre de tu frente.
Sin caer en la cuita qué, solo, no se consigue nada.


LUCIFER...(La soberbia a Dios)




Quise ser como tu, ¡Oh, Dios! Para enseñar a la creación cuan equivocado estabas. Me miraste por encima de las nubes y rechazaste la versión justa y plana. Eso sí,  encontré la manera y la raza de saber superarte con creces. Porque ni tan siquiera dudarlo, soy más y más que más…absoluto.
Tú que pensabas que mis alas metálicas no ganarían batallas, tengo a tu estirpe  lamiendo en escalas  las guindas podridas que les ofrezco en bellas  tartas. Apariencia de merengue, con sorpresas  espirales de una infinita  nada.
En ese cielo azul que engendraste, me quisiste esconder entre polvo y escarcha, pero el punto que brilla a lo lejos, el negro con tintes escarlatas, el que abre los sesos y pugna por extraerlos, el que consigue que te miren con desafíos, el que brama por que maldigan tu nombre…ese sigue vivo y soy el ángel negro que sabe, como sabes,  que es más fuerte; soy  y,  más divino. Siempre.


 HUMILDAD...(El alma a la conciencia)


Soy un viaje intermitente a tus designios.
La excelsa transparencia que todo abarca.
Mírame.
Cuando consigo que bajes la cabeza y además de pedir perdón, ofreces alegre tus tremendas gracias, haces honor al ecuménico número áureo que llevas impreso en tus huesos.
Escúchame.
Soy de bajezas existenciales y de alturas esenciales y, que no te importe si suenas ridículo cuando expongas sin recatos, ante quien mira, quién soy y como me llamo. Porque soy tu propio  nombre, la misma sangre y el mismo sentimiento que tantas veces te cuesta asumir.
Atiéndeme:
Deja que salga el sol por las yemas de tus dedos y, el color del cielo por cada poro que respira. Marca la sonrisa sincera que portan los moradores de santas tierras. Olvida el que dirán ahora,  cuando las mesas están llenas, porque a los postres, te habré valido para que te reconozcan los demás, como un alma noble.


*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*



2 comentarios:

  1. aunque su sesgo teológico sea evidente, ha sido una valiosa entrega,
    saludos

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  2. Muchisimas gracias Omar por tu voz siempre en este blog...besos.

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