He escrito al amor sin estar
enamorada, a la amargura, sin sentirla. Al odio sin albergarlo y, en un
momento, he acercado la estrella más lejana para que contemplases su fuego
interno.
Has bebido de mis aguas
calientes, cuando me he sentido puro hielo…y has olido esa rosa, cuando en mi
jardín brotaban abrojos y miedos.
Te he regalado un mar en calma,
azul intenso en sus mañanas y, esas
estelas de plata en las noches que se vierten de besos.
Has bailado entre jazmines con el
hombre de tus sueños y has sentido en el alma la rabia y la escasez de los días
muertos.
Pero no te complazco a ti, sino a
mi misma, por tener la capacidad de exponer al mundo una paleta de colores
donde te puedas identificar en tus carencias, en tus luchas, en tus defectos…para vivir tus ilusiones, sentir que perteneces al
orbe, cuando ni tu sombra sabe que existes.
Tapo y paro…
De mis ojos brotan incansables las lágrimas de
pena, que arañan las venas y confortan aflicciones hasta dejarme agotada en mi
propia muestra. Y, de esta tinta, los gestos más heroicos, gañanes, embusteros
y loables que confieren y preñan claridades hasta sentirlas.
No he pisado el cielo, ni tocado
el averno, tampoco me ha cantado el ruiseñor de los cuentos…nadie a cogido mi
mano con la ternura de las flores, ni me han mirado a los ojos con la templanza
del deseo.
Soy un ente igual que tu, que
camina con las manos en los bolsillos y, quizá, solo sea capaz de mirar su
entorno, con observación, decoro y un algo de sentido.
Sin embargo, cada día te ofrezco
cien mil venturas, para que puedas vivir tu lo que a mi se me niega, entre versiones rotas y supuestos chorreantes de agonía.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
impresionante prosa,
ResponderEliminarme gustó
saludos
Muchas gracias Omar...besos.
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