jueves, 10 de mayo de 2012

EN EL DIVÁN DE FROID...VI




¡Uf!...que calor hace.
Buenos días, ¿estás bien?...ya veo por tu cara que sí, además aquí se está fresquito, eso quieras que no alivia lo suyo el carácter. Que se  pegue los pantalones a los muslos, crispa…ag.
Vengo de compras, de acompañar a una de mis amigas, de las pudientes, a conjuntarse para la comunión de uno de sus sobrinos. Ha sido toda una experiencia religiosa, créetelo, he tenido la sensación en mis carnes de contemplar una aparición mariana, pero sin María y siendo yo la que levitaba. Tanto, que he optado por venir a verte, no vaya a ser que me quede en ese espacio nube-acolchada-limbo-imposible.
Dejando aparte que me ha tildado de subnormal por darle mi opinión, eso es lo de menos, porque igual lo soy…tengo esa sensación que los humanos no cambiamos por más siglos y avances. La información genética, en ese punto, se quedó estancada. Si tienes, tienes que gastar sin mesura. Marcando bien el territorio que habitas.
Verás…
Lo primero ha sido ir a desayunar a una terracita en el centro y ya, con el estómago satisfecho nos hemos puesto rumbo a una tienda de alta costura. Porque evidentemente ella no es de tiendas normalitas, no. A su piel le salen sarpullidos solo con mirar mi camiseta y mis tejanos, made in Springfield.
Después de probarse mil conjuntos entre dependientes sobones y cargantes, con sonrisas “profiden” que te llaman cariño cuando te ven entrar y te dejan caer dos besos que ni te rozan,  ha optado por un pantalón con chaqueta corta en verde menta con apliques en morado, de un famosísimo modisto. Realmente es un conjunto muy bonito que le queda precioso, todo hay que decirlo.
Después de pasar por la sección zapatos, eso mejor no te lo cuento,  hemos ido a parar al apartado más selecto…bolsos y complementos. Aquí es donde nos han obsequiado con chocolates y champagne.
En este punto es donde he tenido esa experiencia…no me he atragantado de milagro.
¿Cómo se puede gastar una persona dos mil trescientos diez  euros en un bolso? Fácil, sacando la visa oro o, casi mejor la platino. Es surrealista por completo, diga ella lo que quiera decir. Y encima, al darse cuenta de la cara que he puesto, me ha preguntado con sorna ¿has visto un muerto? No nena, si hubiese visto un muerto te garantizo que mi cara no sería esta, sería una cara mucho menos crispada.
Viendo tanto ella como el dependiente, mi asombro latente, han tenido a bien explicarme, más él que ella, que dicho ejemplar de bolso esta confeccionado con la piel entera de un cocodrilo y, qué como vería, mostrándome el bolso, está cosido sin costuras aprovechando y mimando al cien por cien la piel del bicho.
O sea, ¿que encima de todo han matado a un cocodrilo para esto? Es aquí justamente cuando mi amiga me ha tachado de subnormal. Bien…
Entiendo que siempre ha habido clases sociales, lo que no comprendo es que todavía se estén muriendo  niños de hambre  agarrados a una teta más seca que la estopa. Que haya una pobreza que roza el techo, que encima tengamos una crisis horrible que soportar, que muchas personas rebusquen en la basura, tus vecinos, mis vecinos, para llevar un algo a la mesa y, que unos pocos, no tengan conciencia de todo eso y, se permitan sin complejos y alegando que el dinero es suyo, que lo es, gastarlo en sandeces como un bolso sin costuras para meter dentro un jodio carmín y un móvil última generación.
¿Te has parado a pensar que con lo que cuesta ese bolso come una familia más de dos meses? Pero si añadimos el traje y los zapatos Blume, tienen cubierta la hipoteca dos años, joe. Y todo eso para asistir a la comunión de un sobrino.
El día que se case tu hija te capuzas la cúpula de San Pedro encima, chata…
Claro qué, según mi amiga, si personas como ella no compran esos artículos iría  mucha más gente al paro. Empezando por el matador de cocodrilos y terminando por el de la sonrisa “profiden”.
Supongo que si se estipulan esos precios es porque hay demanda de ellos. Y me fastidia. No por el hecho de gastar a lo bestia en una castaña cosida sin costuras, no, sino por la sensación palpable de que quedan personas tan apartadas de la realidad que acojona. Viven en una especie de esfera, de nube, que los aparta de lo cotidiano. Están tan elevados que no tienen remota idea de lo que anda por el suelo y eso, en estos tiempos, es demencial.
Asumo las injusticias, porque el mundo es así, aunque me parta el alma contemplarlas. Pero no por eso, no por la impotencia que me pueda crear verlas, tengo que pasar de ellas.
En fin…
Para redimirse un algo conmigo y mi careto de pocos amigos, me ha dicho que si quiero, me deja el vestidito rojo de Herrera para la presentación del libro de un amigo que tengo el viernes. Amablemente le he dicho que no, prefiero mis vaqueros de mercadillo, que igual si voy con marcas no me reconocen y, ciertamente perder la identidad a estas alturas, no me apetece.
Bueno, pues  ya me he despachado a placer, ahora me voy que tengo que hacer la comida, que yo no tengo asistentes.
Pero antes… ¡espera! me acabo de acordar de un… ¿te lo cuento? ¿sí?
Está una pareja muy “osease de verdad” en el zoo, observando a los  cocodrilos. A todo esto uno de los reptiles, sale del agua y fija sus ojos en la chica avanzando hacia ella…ésta asustada, con las manos en alto, voz aflautada y piernas juntas,  sale corriendo,  mientras grita: socorroco, socorroco, que me quiere comer un lacoste.
Te has reído…me gusta.
Hasta pronto, bombón.



*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*





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