Son tiempos vividos.
Estaciones y colores, sueños y
desvelos. Plenitud, carencias, luchas y sosiegos.
El recuerdo retroactivo me baña
en mil sensaciones, en nenúfares verdes con duendes en sus ramas: cuando quería
ser princesa vestida de gasas rosas y, en el cielo brillaba solitaria una
estrella que me guiñaba un ojo antes de irme a la cama. Mis zapatos de charol,
mi comba, mis recortes de muñecas. Y un enorme vaso de leche y cola-cao para
las meriendas. El sabor de la mermelada.
Mi gente, mi gente…mi abuela.
Cambió el marco y dejé el charol
y la gasa para enfundarme unos vaqueros. Libros, lapiceros y ese primer amor
que marca sendero. Llegaron las lágrimas, las frustraciones, las mascaras. Pero
conservaba la esencia de ser la heroína en mis batallas. Comencé a madurar
prendida en mi rama.
Ya no estabas tú que eras mi
alma.
Luego aprendí que sin estar,
estabas. Y los suspiros, y las carencias, y los momentos y las entregas. El
tronar de los cielos y la lluvia empapando mi almohada. Mis dos hijas, ésta
bendita casa y, la soledad que me abriga desde la alborada a la luna blanca que
ilumina mi estancia.
Tanto caminar, tanto aprender,
para no saber nada. Para darme cuenta en esta mañana, que las cuatro décadas y
media, son un punto insignificante en la estela de una vida con poca gracia.
Dónde se empieza con mil ilusiones, mil abrazos…siendo una nana y, se completa
entre boleros y rapsodias con escalas intermitentes que no se entienden y, a mi no me aclaran.
Eso sí, sigo siendo la heroína de
mis batallas.
Y sigo avanzando y sigo
madurando. Con pocas esperanzas y algún que otro sueño medio gastado. Ahora sé
que los precipicios son peligrosos y los rápidos de un río traicioneros…que al
sol no se le puede mirar de cara y que si metes los pies en el barro, te
manchas. Que los elfos, los duendes y las hadas, quedan geniales en los libros
y sus mundos de colores de plata. Traspasarlos a esta vida, seria un
despropósito sin ninguna ganancia.
Sé que los jardines esconden
abrojos y alguna que otra cucaracha y, que cuando duele la tripa, ya no hay
manos que te calmen las entrañas. Quedan pocas ilusiones y, alguna que otra
interrogación anquilosada. Las ganas, la rabia, el dolor y el momento de la
decisión de no ser esclava ni tan siquiera de mis pensamientos.
Sabes que lo quiero, aunque no le diga, ni me diga nada.
Y tú, sigues pegada a mi áurea.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
Me ha gustado mucho roci,la vida y ese estado que muchas veces nos sume en la realidad.
ResponderEliminarLos poemas de la derecha son una gozada,aunque ya lo sabes, porque te lo he dicho mil veces cara a cara, leer a Juan Tomás es una belleza.
Besitos guapa, nos vemos mañana en el café.
Mil gracias Rosica, que eres un solete y lo sabes.
ResponderEliminarMañana nos vemos si Dios quiere y, ya me cuentas. Un besote enorme cielo.
aunque no digas ni te diga, es decir a pesar del silencio
ResponderEliminartodo nostalgias
saludos
Gracias Omar por tus palabras...besos.
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