Se consume la paciencia como se
agota la noche, en el quebranto de un suspiro que deja otra estría en la
grosera oquedad que me absorbe.
Estática ante el quejido que
muerde, juntos las manos en una impía reverencia calcinando el oprobio de esas palabras que
yerran al ser pronunciadas sin sentimiento…
Se desviste el alma jalonando una
marca donde se enerva la raíz de mi
existencia, y delante del punto mortal asoma insolente la inconsciencia o,
quizá sea, la más pura conciencia.
Y vuelvo a suspirar una vez más,
y otra…y una tercera y, vencen las ganas quedando libre de la cárcel que llevan
las mareas…Dejo escapar el grito que revienta la voz austera de ese compendio
de moralidad que relata como una melopea, las serenas evocaciones de un Eros
sin cojones.
En el próvido momento de ese
falaz te quiero, el cuerpo arde y la boca quema. El mundo se torna ceniza y la
rosa, que hasta ayer era del color de tus mejillas, enardece su tono hasta
convertirse en una negra y hermosa hija de puta.
*Rocío Pérez Crespo*