Me quemas el momento, el tiempo,
la duda, la ilusión. Arrancas de un solo movimiento la semilla que empezaba a echar raíces. Te vences ante la victoria y
me conviertes en una marioneta.
Manejas mis hilos a placer, me
dejo por pura cobardía.
Desgarro las madrugadas con las
uñas buscando en algún rincón el sueño de tus brazos, subo escaleras que llevan
directo al cielo sin cielo ni peldaños,
nado en mares negros de aguas podridas que son charcos claros de lluvias
frescas. Y en una gota de agua, noto en los pulmones la asfixia.
No soy nada en tu vida y me
empeño en ser un algo en tus retinas.
Estremeces mi corazón y crispas
mis nervios en absolutos recuerdos sin hechos…sostenemos una nube con la punta
de los dedos, entre supuestos, intuiciones y desechos.
No somos nada y somos un universo
entero. Donde se puede encontrar alimento para nutrir las almas, dejando anoréxicos los
sentimientos. En un recurrente absurdo del quiero y no puedo.
¿Para qué tanta falacia?
Si tu mundo está completo y el
mío huero, si en el camino solo nos encontramos de lejos y, aunque nos vimos, aunque nos sabemos, eres tú
el que fulminas con dos palabras todo el entendimiento.
Por más ganas que tenga de
tenerte, por más historias tontas que me cuente. La evidencia es tan pesada,
que hoy, en esta mañana, bajo del cielo, seco mi cuerpo y respiro un oxigeno
diferente.
La tela de la alborada la coseré
sin prisas un día de estos.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
No hay comentarios:
Publicar un comentario