San Isidro. Huerta y
flores, primavera en su esplendor, papelicos de mil colores, mariposas en su
albor.
Y toda la gente en la calle, con las botas preparadas de buen “vinico” yeclano que refesca los gaznates y alegra los
encantos.
Las blusas arremangás, el pañuelo rojo al cuello marcando
una tradición de música en sus adentros.
Habicas frescas de la tierra, tiernas, verdes y gustosas para acompañar a las
carrozas en su desfile victoriosas.
Las alborgas colocadas adornando las pisadas de la huerta y su fragancia,
ababoles y margaritas en las cabezas de las zagalicas… fiesta de blanco y rojo,
de grana del tinto añejo como manto a los pies del siervo.
Libricos de oblea y miel, gaspachicos, queso frito con
tomate, unas güenas gachasmigas servidicas en sarten y ese puntico artesano del mantecao en la
piel.
Las carrozas en
desfile, cargadas de labradoras. Trabajo artesanal de noches y tardes de
cuartel, filigranas que nos van dejando
ese regusto de pueblo grato con tradición y poca escasez.
Risas… alborotos… cuadrillas…peñas… pendones asomando con orgullo en unas manos
labriegas que has trabajado con arte el recorte y el engrudo con esmerada
paciencia.
Y a to esto del picoesquina al centro una voz que resuena
- ¡ Acha nenica…!¿has merendao?
- una miaja man dao… pan con vinico y azucar y p`acompañá unas cuantas habicas
que me comio hace un ratico mientras subia p`riba a ver los molinicos.
- Bomboncico, llévate cuidaico que como llegues a la casa con los ojos dormios
la vas a tener con el papa que ya conoces como es el tiico. Malas pulgas se
gasta el jodio…
Y con el fandanguillo yeclano sonando, otro año más he asistido a la explosión
más colorida de una tarde de mayo en santa compaña de huertanos y el olor
fresco de sus cantos.
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