Para saber una respuesta, hay que
hacer primero la pregunta. Y de vez en cuando, hacerla a lo bestia, sin
tapujos, sin andarse por las ramas…directa. El miedo, quizá a dejar expuesta
esa gota de nuestra esencia, que posiblemente pensemos que va a ser tomada como
un tóxico, haciendo unas ronchas tremendas en el interior, es lo que nos
mantiene callados.
En un profundo respeto. Suspendidos
en el puro presentimiento y masticando nuestros anhelos.
Pero si todos mantenemos silencio
y no somos capaces de hacer personal, lo que por defecto es personal, las ideas
se hacen huecas y la magia agoniza entre pugnas insufribles de razón y corazón.
Todos necesitamos la seguridad de
saber que tierra pisamos.
Hay que amar muy mucho para
quedar en ese segundo plano, sin molestar demasiado. Rompiendo las mañanas en
excusas, alargando en lo posible las dudas, conformando hechos a estados y,
dejando las noches para entrar en los sueños con el sueño cogido de la mano.
Adelantemos un paso, uno solo,
para tener esa respuesta que ansiamos…posiblemente nos daremos de bruces con la
plenitud, el entusiasmo, las ganas y, en caso de no ser así, siempre nos quedará
la parte más noble de los sentimientos delante de nuestra cara, la valentía por
ser como se debe y esa primavera cargada de luz para refugiarnos en sus colores.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
Dedicado a todas esas personas que esperan.
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