Deja… deja a tu cintura que se cuele entre mis manos,
que la piel rebose por encima del fracaso y, piensa qué, los días se aprietan y
no queda mucho espacio.
Sonríe, ante esta mirada que recorre tu epidermis. En
el deseo floreciente de mi vientre, por verte a ti sentir.
Destílame por los bordes insinuantes de tus palabras,
forra el estandarte de conquista de tu alma y, siénteme una vez conseguido el núcleo de tu ombligo, sin miedos que bañen de brumas la realidad.
Cuenta… cuéntame la historia de
tu vida y de mi esencia, de la algarabía, los sonidos, de tu escuela… de
aquellos campos bañados por el sol.
Deja…deja que tus labios duerman en los míos, que tus brazos hurten los vacíos y despojen de secuelas
los colores mortecinos, honrando con todos los sentidos el tono primitivo que
nos fue concedido.
Tu color natural.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
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