Intentas ocultar, pero tus ojos
te delatan. El brillo que una vez tuvieron vuelve de nuevo a renacer. El ámbar
cristalino que poco a poco se fue perdiendo,
ahora es un canto de vida, chispeante amanecer.
Comprobar quisieras que nadie
viera por lo que tu alma se alegra, y lo disimulas como puedes con una mascara
de lentejuelas.
Más cuando el ánima florece es
quimérico celar lo que siente. Y por más que luches, tu mirada delata lo que
emana de tu médula sacra. Qué no es otra cosa, que un amor puro luchando
embravecido por volver de nuevo al mundo.
Adviertes que es extraño…
Más lo raro es venial cuando se sirve de los impulsos primitivos del ser humano.
Amar y ser amado.
Volcar en desagravios el bien más
preciado es solamente ir contra natura de la propia individualidad con la que
fuiste dotado.
Quita la mascara que cubre tus
ojos y señala al viento con las manos. Grita su nombre como un reflejo de sol
en tus labios. Que cada palabra emitida sea como una luz de esperanza…
floreciente estrofa enmarcada en una dicha que no es otra que tu verdad
infinita.
Lamentarse no vale nada cuando el
interior se alza en rebeldía, solo queda asumir que el antifaz que tapa tu cara
es la muestra más clara de lo que todavía perdura en tus entrañas y, aunque tu
boca calle por no derrocar lo que atesoras, deja hablar a tus ojos y no veles
nada.
Que entre el brillo de las
lentejuelas y el de tu mirada, más pareces una estrella que una mujer
enamorada.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
desde la rebeldía interior a las luminosas lentejuelas,
ResponderEliminarbella creación
saludos
Gracias Omar...hay cosas que no se puede ocultar con facilidad. Besos.
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