Me vais a perdonar, si con la
última lágrima vertida, se quedan mis ilusiones y mis dichas perdidas en los
abismos de la abstracta profundidad. Si de mi boca ya no sale palabra y, en mis
venas, la negra estampa se hace notar.
En los momentos más sagrados me
quito el tupido manto y dejo que la parca haga en mí su lar, perdida en la
conciencia; sin llama que me alumbre, los ojos bien abiertos, las manos extendidas
me voy dejando guiar. Aquí no queda nada, ni fe, ni cantos, ni un triste trinar…los
pájaros han partido, los sueños van con ellos, la esperanza, el amor y aquel dulce
crepitar. El árbol ha quebrado sus ramas, los frutos podridos hacen mezcla con
la densa graba, es un cúmulo de despropósitos lo que completo al mirar.
No preguntéis donde van mis
pasos, sencillamente dejadme marchar…levantad la cabeza cuando pase, dadme
fuerza para este caminar…
Y si algún día en el tiempo, alguno recuerda mi nombre y mi faz, que levante un
pequeño altar allá donde nace el río y el muerto sauce llora sin consuelo su
eterno dormitar, que lleve rosas blancas, una sonrisa tierna y en su mirada,
solamente paz.
Me vais a perdonar, si en la
noche más oscura mi pelo se torna ceniza y mi cuerpo olvida el sonrosado para
hacerse gris natural…perdonadme por tanto vacío que me llevo, por tanto espanto
en las meninges, por tanto dolor repartido sin piedad, por hacer de mis
sentimientos sacos de cuero yermo, por tanta brutalidad
No he sido digna de tantos dones
y en la macabra soledad que me acoge, en ésta despedida final…trueco vida por
trance y os dejo como legado mis letras, una vieja pluma y mi libertad.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
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