Me preguntas sin preguntar sobre
mis sentimientos, lo noto en tu voz, en tus ojos, en el gesto de tu cintura.
Tengo ganas de decirte que te
amo, aunque en días como los de hoy, al mirarte, siento que no me gustas nada.
Hoy no me gustas…
Es pasajero, lo sé, totalmente
pasajero. De aquí a un rato, quizá media hora, una hora o un día, de nuevo mi
corazón y mi razón caminaran por tus
caderas. Y serás otra vez el centro de mi alma, mi olor, mi sabor, mis
esperanzas.
Solo déjame que se me pase y no
me obligues a que te lo diga a la cara, no te va a gustar escuchar en mis
palabras que hoy, ahora, lo que me provoca es darte dos patadas, hablarte a
gritos, hacerte daño, romperte el alma.
Mejor voy a hacer como que no
existes, me molesta hasta el aroma de tu perfume, francamente en momentos así,
la distancia es la única cura para mí.
Apartarme de ti todo lo que
pueda, no mirarte, no saberte, incluso ignorarte en un aborigen de sinsabores y
no rescatarte de tus desencantos, de tus dudas, de tus fragmentos.
La tormenta en mi cabeza es
desoladora, tan brutal que calla al corazón con amenazas de muerte, arrastra con cualquier atisbo de humanidad y,
es que, para amarte hay que tener un par de redaños…
¿Lo ves? Me desbarato.
Mira, dejémoslo aquí…me voy al
baño, cuando salga si no te importa quiero mi salón despejado.
Mañana será otro día, lucirá el
sol con todo el encanto y yo, volveré de nuevo a decirte, buenos días amor ¿cómo
has estado?
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
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