Con la sutileza de viento del sur
se abren los pétalos ofreciendo el cáliz,
el néctar dulce y sabroso
que alimenta al pequeño colibrí…
Las alas buscan su equilibrio
en el espacio adherido que confluye en el vacío
para poder saciar su apetito
de la flor que sucumbe para él.
Es la espada de su pico
la que aviva los colores
del azul de su plumaje
sobre el verde tallo dormido.
Y en las capas de los otoños
que suman a los olvidos,
se despierta un sol temprano
para hacer brotar las gotas de rocío.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
geniales figuras,
ResponderEliminarsaludos
Si, la verdad que son preciosas.
ResponderEliminarGracias Omar...besos.