Las palabras murieron antes de ser pronunciadas
en las gargantas infectadas de rutina.
Una mirada se cegó harta de contemplar infinitos
y lo que la boca no pronunció, lo hizo por instinto la vida.
Fue la tierra la que bramó con ronco pesar el dolor de las
estampidas
y el mar al contestar
con rabia la insolencia de tanta razón cumplida.
Fue la sal acumulada en la playa la que talló en cristal los
reproches
y las algas muertas las que cubrieron con su espesura los
horizontes.
No murió el sol, solo
tapó sus rayos ayudándonos con su manto negro,
a dejar de reconocernos…
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
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