Fueron tus ojos oscuros el camino
de mis pasos.
Hoy lloro sin llorar licuando los
recuerdos, abriendo cajas de un pasado, sosteniendo entre mis manos tu rostro.
Siempre niño, siempre eterno…
Te miro y sonrío con la distancia
infinita que nos separa, mientras una luz rabiosa parte el alba y ahoga el sentimiento
enterrando el tiempo, dejando una estela llana entre tu corazón y mi pecho.
Ya no canto como antaño y mi piel
se ha tornado blanda; las arrugas, el cansancio, la mitad de mi vida labrada.
La comprensión entró a hurtadillas
convenciendo al alma y aquellas lágrimas vivas que bañaron mi cara, trocaron a
penas muertas para cubrir mi espalda. Más tu pelo sigue siendo algodón entre mis
dedos y tu risa… la santa melodía de mis mañanas.
Dedicado a Juan Alberto Crespo.
Esta prosa la escribí hace mucho tiempo, nadie la ha leído nunca, no sé por qué...
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
No hay comentarios:
Publicar un comentario