Claudica la noche aburrida de lucir las mismas
estrellas.
Configura una sombra infinita
donde guardar la memoria obsoleta y recurrente de los parias de miradas
insolentes y hedor en sus paladares. Moradores de un mundo calcinado sin pies
ni frente.
Nebulosas atezadas se esconden en
las esquinas, entre cubos de basura
y tejados que pisan los gatos infectados
de liendres. El temor palpita en las cornisas, en los alféizares atestados de
melancolías donde los geranios se mustian antes de crear su color. Hay
luminaria en las calles, demasiadas corrientes desperdiciadas que apagan lo
divino.
Del cielo se desprende el
cansancio de una luna partida que arropa los sueños de los miles de ojos que no
la miran.
Las conciencias relajadas en estados ilusorios oprimen las
secuencias de una realidad que vive fuera del núcleo de sus seguridades y un
sopor, caliente y húmedo, agoniza por las espaldas de las certezas absolutas
acurrucadas en sus camas.
Oprimo con las manos la ira de
tantas razones dormidas hasta verme los
nudillos blancos. No hay resignación para tanta circunstancia, ni sentido
alguno para la sumisión ante la verborrea de tanta capacidad impuesta, de la
falta sincronizada de solidaridad con lo que la naturaleza nos regala.
El ser humano vive muerto,
enclaustrado en carencias que ellos mismos han conformado, tragándose las ganas
compulsivamente como bulímicos y vomitando reflujos de búsquedas inalcanzables
solo para sentirse útiles.
Claudica la noche harta de lucir
su misma estela y yo, asqueada de tanta infamia, sucumbo con ella…
*Derechos reservados*
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