Lo miró con las luces y las sombras de un anochecer…
Cuando la esperanza ya no tenía sentido, ni sentido
el comprender.
No cantó el jilguero, ni florecieron las fresias,
el sauce dejó escapar entre la niebla el llanto ahogado
de los agónicos y el río cambió su curso para
bañar nuevos campos.
Solo quedó el silencio llenando los espacios
y la sombra de una luna marchita marcando unos pasos.
Él nunca lo supo…
Pero por cada día que pasó a su lado, le regaló un altar
colmado de bellas rosas vestidas de blanco.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
precioso roci
ResponderEliminarGracias guapisima...un beso.
ResponderEliminarUna belleza, delicado como tu espíritu. "Rosas vestidas de blanco", es majestuoso. Felicidades
ResponderEliminarUn beso y un abrazo, guapa.
Muchas gracias Ana por tu amabilidad...me ha gustado que te guste...un beso.
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