Te lo digo a ti, sí, a ti…que
sacudes todas mis mañanas con un sentimiento extraño, que no comprendo. Está
echando raíces mal orientadas, supongo que es debido a la confusión en la que
mantienes, o en la qué, me he metido yo sin darme cuenta.
De pronto el reloj se detiene y,
la caricia sublime impregna mis retinas, atrapa el intelecto y forra mi cuerpo
por dentro con el sabor de una entelequia que consume. Las dudas crecen, se
hacen vetustas montañas que me transportan a una adolescencia querida y
añorada. Sin embargo, retroceder en una etapa superada minimiza la poca
experiencia adquirida por los años. Me asusto. Entro en un légamo que me llega
hasta las rodillas, cambian los colores, el tiempo deja de existir y lloro
muerta de miedo buscando un algo donde agarrarme para poder salir.
Concito contra mi misma, me
desarmo…y pido a Dios una sola palabra que me ponga en el camino de la verdad,
una señal que alumbre mi mundo.
Entre el espanto y la esperanza
me siento absolutamente pueril, ridícula…adquiero la textura de una muñeca de
trapo aferrada a los hilos de tus manos.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
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