Tres mil señales me indican que
no, y una, sólo una; que sí. La lógica es aplastante, no hay color, creo que ni
se puede discutir. Sin embargo sigo fiel a ésta maldita intuición.
¿Acaso necesito una ilusión?
¿Será que mi vida no tiene tonalidades?
Nunca me he alimentado de
fantasías, aunque reconozco que me gusta soñar como la romántica que soy, sé
donde tengo anclados los pies. Comprendí hace mucho tiempo que los mundo
oníricos son magníficos para crear historias, no para vivir en ellos.
Odio los supuestos con la misma
fuerza que odio la ambigüedad y, no me entiendo a éstas alturas de mi
existencia… ¿todo cuanto he creído ha
sido mentira? A ver si ahora resulta que estoy cambiando de personalidad y trueco
los ejes por dos veletas mercantes, no lo creo… ¿entonces qué es? ¿Qué me ata,
qué me sostiene en esa maraña de sensaciones? Es como una montaña rusa, igual
estoy subiendo que dejándome caer a toda velocidad con los pelos a libre
albedrío y cara de susto. Del maquillaje, ni hablo.
Me educaron a enfrentar mis
miedos, a no dejarme amedrentar por ellos, pero esto no es miedo, es lo
siguiente…me deja paralizada, porque no sé contra qué tengo que combatir.
¿Contra algo que me he inventado yo? O por el contrario ¿con una realidad solapada
en hipótesis? Sea como fuere estoy en un punto muerto y ridículo.
Mi yo esencial me aconseja que
pregunte, qué salga de una vez de ese abismo, de ésta espiral que me marea y me
produce náuseas, mas mi yo existencial llega en un grito asnal para ordenarme
que ni loca. Ciertamente quedar como una imbécil no es plato de gusto.
Esto de ser mujer es un rollo.
Vale, lo acepto, así nací, pero no deja de ser un incordio y mucho más cuando
te han educado en unas normas sociales, arcaicas pero productivas, donde sacar
el pie un poco fuera del tiesto, no es políticamente correcto, creándote una
neura pasajera pero muy molesta. Porque lo natural en este estado, no es
sentarme contigo, como cuando tenia quince años y, la pregunta reina era quien
había creado a Dios. Lo normal sería y además lo sabes (no me mires así que yo
también me he asustado) ponerme frete a él y preguntar con una sonrisa en la
boca…soy o no soy. Pero no y, es no, porque prima por encima de todo la
compostura y, no quedar como una tarada que se ajusta sus mundos de quimeras
(cosa, como bien te señalicé antes, dejé
de hacer hace eones y no me gustaría volver a ello), cuando no ha tenido ni una sola muestra de
interés hacia mi persona.
En consecuencia la vida se torna
una espera, que tarde o temprano se hace
desesperante. O entras en un desorden apocalíptico por no saber ni que suelo
pisas. El caso que todo se me ha venido abajo, manda huevos.
Me dices por favor, si todo
apunta a lo negativo ¿por qué me aferro con tanto ahínco a este presentimiento?
Necesito saberlo para volver a
ser yo misma, pero ante todo, para no sentirme culpable.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
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