sábado, 10 de marzo de 2012

LIBRE...




Te esperé durante mil mañanas en la soledad de mi vientre.
Amueblé mi casa con hielo y, la fachada la enlucí con el color vivo del tiempo. Me acurruqué en un rincón, fui un fantasma adornado por las telas de arañas y las sombras del pasado que cubrían mi cuerpo, con un vomito amargo lleno de resentimiento.
No me importaba nada…
Un rostro blanco durmió sobre  mi almohada y quinientos sueños se rompieron entre las sábanas, se colaron por los canales que llevaban directos a tu cama.
Y un día, cuando menos lo aguardaba, me di cuenta que no te echaba en falta. Que el frío glacial que me congelaba se deshacía en aguas templadas.
Descubrí un nuevo cielo que me hizo levantar la cara  y contemplar con luz de esperanza que estaba sanada.
Dejé de sentir dolor, dejé de ser una mujer enamorada y, en el instante que admití la buena nueva, comencé a caminar por una senda que me definía como persona, dejando anulado el ente con el que comulgaba…
Sólo me falta una cosa. El juramento que hice ayer al caer la noche en una equidad diáfana, con ojos nuevos, con  una sonrisa recién estrenada,  siendo testigos las estrellas y la tibia  luna que me observaba…



*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*

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