Me he escondido entre el millón
de secretos que llevo adosados en mis sesos. He desnudado todas las opciones
hasta equilibrar la verdadera esencia que me deje suspendida en una figura real. Me aburro entre fantasmas…
Llega el momento de la gran
derrota y, entre sus brumas, distingo sin darme cuenta, la silueta que reconozco como
cierta; es altanera y un algo pomposa, pero sin duda alguna es la mejor visión
que me alimenta.
Y así, sin regueros de tinta, ni
polvo que cubra mis zapatos, sin grandes logros, ni quebraderos de cabeza, minimizo
mi espacio para darle a ella la mayor entrega.
Muero todos los crepúsculos y, al
llegar el alba, entre rocíos frescos y claros de esperanza, abro los ojos a la
vida. En mi propio vacío, bruno e inerte,
no descubro nada. Creo que sólo soy una
luz, amarilla y apagada, que alumbra el
propio espacio, pero no tiene cabida para adornar a extraños.
Todo está inventado, inclusive el
sentimiento de antaño, que se disfraza con aires nuevos disimulando con gallardía
su cara de impostor. Es el mismo que
dejó entre mis jarales dormidos, el aroma de diamelas que renacen en mis
entrañas, son casi imperceptibles, pero tremendamente gratas.
Y es que…aquello besos, ¡ay Dios!
Aquellos besos, cómo me gustaban…
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
Besos que arrancan suspiros.
ResponderEliminarMagnífico trabajo.
Gracias Ivette guapisima...un placer verte por aquí, tu voz es importante...besos.
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