jueves, 8 de marzo de 2012

AQUELLOS BESOS...




Me he escondido entre el millón de secretos que llevo adosados en mis sesos. He desnudado todas las opciones hasta equilibrar la verdadera esencia que me deje suspendida en una  figura real. Me aburro entre fantasmas…
Llega el momento de la gran derrota y, entre sus brumas, distingo sin  darme cuenta, la silueta que reconozco como cierta; es altanera y un algo pomposa, pero sin duda alguna es la mejor visión que me alimenta.
Y así, sin regueros de tinta, ni polvo que cubra mis zapatos, sin grandes logros, ni quebraderos de cabeza, minimizo mi espacio para darle a ella la mayor entrega.
Muero todos los crepúsculos y, al llegar el alba, entre rocíos frescos y claros de esperanza, abro los ojos a la vida.  En mi propio vacío, bruno e inerte,  no descubro nada. Creo que sólo soy una luz, amarilla y apagada,  que alumbra el propio espacio, pero no tiene cabida para adornar a extraños.
Todo está inventado, inclusive el sentimiento de antaño, que se disfraza con aires nuevos disimulando con gallardía su cara de impostor. Es el  mismo que dejó entre mis jarales dormidos, el aroma de diamelas que renacen en mis entrañas, son casi imperceptibles, pero tremendamente gratas.
Y es que…aquello besos, ¡ay Dios! Aquellos besos, cómo me gustaban…


*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*

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