No puedo escribir nada. No sale
nada. Tengo el interior alborotado, la sensación de circo con malabaristas, un
escupidor de fuego y algún que otro payaso tocando la pandereta, no me la quita nadie
¿Sabes? Dicen, cuentan… que la
vida es una montaña rusa, igual estás arriba que abajo, pues
bien, yo parece ser que me quedé en el túnel del terror.
No es normal hacer las cosas
quitando lo personal y dejándolo todo expuesto a un global sin intereses. Para
empezar si queremos que algo funcione, tiene que ser personal… ¿Qué malo hay en
que sea personal?
¿Y por qué te digo esto?...pues
porque para escribir se necesita de una media paz, tranquilidad, sosiego,
silencio, llámalo como quieras y no en
un hervidero de sensaciones jugando la conga con tus sesos. No sé escribir sin
sentimientos y a la medida de gustos. No soy un patrón de tela que se pueda
ajustar a una talla.
Cierto es qué, no todo lo que
expongo son experiencias ni sentimientos vividos. Pero sí dejo un algo de mi
esencia en ellos. Mi propia captación, mi empatia, mi afinidad con miles y
miles de historias que me han contado, que he visionado, que he escuchado y,
que he soñado. Porque aunque no sea una soñadora compulsiva, de vez en cuando,
me permito hacerlo.
Me dicen que no escriba tan
profundo, que muchas personas no saben leerme desde ese abismo, me tildan de
frustrada, de depresiva…vamos que soy la prosista maldita del siglo XXI. Y no
se dan cuanta que si eso fuese cierto, necesitaría cinco vidas longevas. Una
entera para poder vivir tantos sinsabores, amarguras, dolores y engaños y, las
otras cuatro para poder asumirlo sin morir en el intento.
De alguna manera me ha coartado. O
me he coartado yo por escuchar sandeces y darles crédito. Que esa es otra…A ver
a cuento de qué me tengo que guiar de las voces vetustas que se definen a ellos
mismos como buenos poetas. Yo no soy poeta, nunca lo he sido, jamás de los
jamases. No tengo alma de gota de esencia, no tengo sintaxis, ni métrica…no
conozco los mundos oblicuos de los corazones en llamas que rompen las basuras
existenciales, dotándolas de formas maravillosas, donde vivir tiene que ser la
leche.
Unos que escriba al amor. Bien.
Cuando lo hago las emociones se desbordan, dan por hecho que estoy loca por los
huesos de alguien (eso es cierto, lo estoy. Pero jamás lo pregonaré a los
cuatro vientos. Como bien sabes, para mis cosas soy muy pudorosa), otros que
siga en mis mundos de sueños rotos (que por cierto es donde anda más de media
humanidad y donde yo me siento más cómoda escribiendo), otros, que por favor
sea un poco mas concisa (si quiere le pongo un diccionario al lado con los sinónimos
escogidos) y, algunos que no se me lea
enfadada., que parece que estoy a puñetazos con el mundo.
No puedo escribir a la cólera
como si fuera una muñeca chochona. ¿Me comprendes?
¿Cómo porras vas a darle vida a
la ira si tus palabras en el papel son las rimas de Bécquer?
Me lío, me aturdo, me adhiero a
la fórmula de las vaguedades e, inexorablemente me rompo.
Leo, releo, me hago mis cabalas y
de nuevo me vuelvo a quebrar.
¿Y para qué? para que te estén
dando lecciones todos los días de comportamiento y bienestar. Palabras sobre
un papel que luego nada tienen que ver
con los hechos y las demostraciones.
¿Qué somos? ¿Qué somos todos
aquellos que escribimos?
Por cierto, estos cojines del
diván vas a tener que ir mejorándolos. Ahora mismo tengo los riñones para hacer
caldo con ellos.
Yo te lo diré: una pandilla de
neuróticos que necesitan plasmar los que ven y lo que sienten para dejar
constancia de nuestra existencia. De alguna manera no somos transparentes para
el orbe, ¿o sí?
Claro qué…también están los que
escriben para ellos. Esos que dicen abiertamente que no les importa que nadie
los lea. Pero me pregunto yo. Si no quieres que te lean… ¿para qué lo presentas
al mundo? ¿Qué ganas con ello, que pierdes?
¿Ves?...sin apaño.
En fin, que creo que me voy a ir, a ver si suena la gaita y consigo
escribir aunque sea tres líneas seguidas sin que me de una apoplejía y sobre
todo, sin pensar en nadie, solo en lo que quiero transmitir y como quiero
hacerlo.
Nos vemos la semana que viene.
*Rocío Pérez Crespo*
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