En la sencillez de la palabra,
en los ojos que miran y, ven,
en el perfume que embriaga.
En la corola que renace cada amanecer.
Ahí, me reflejo yo...
En la gente amable,
en las frentes normales,
en las manos ajadas.
En cada baldosa manchada.
Ahí, es donde vivo yo...
En los vértices que se desdoblan,
en la contradicción ecuménica,
en el libro de hojas sueltas.
En el consejo de la experiencia.
Ahí, aprendo yo...
En la rabia sostenida,
en el sueño pétreo y embustero,
en el dolor sádico consentido.
En los amigos que nunca lo fueron.
Ahí, es donde muero yo...
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Allana el camino, hazlo sencillez,
no mueras en él sin tacto
en el dolor caprichoso de unas
mascaras en desunión.
Ni en referencias mal paridas
de los falsos amigos en comunión.
Aprende de una vida en paralelo.
Déjate llevar sin miedos,
confiada en la falta de hipocresía.
Acumula sentido, sapiencia,
que el tiempo es futuro y tu cara altura...
Haz de tu vida lo genuino.
bajo un sol siempre imparcial.
No todos tienen tu sombra,
ni conocen la linea recta
de entre baldosas dibujadas.
Llagará la luz a tu noche interior ,
manto crecido de verdades.
Dónde todo lo pasado es cierto
y en el mañana será olvido.
Eres tu mismo reflejo,
vístete cubriéndote,
arropado por él.
*Rocío Pérez Crespo*
*José Manuel Salinas*
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