Languidece la tarde con sus colores
mortecinos, es invierno, y no queda casi color.
Miro el horizonte con ojos
sofocantes, me siento noria. Igual subo que bajo, que corro, que me paro. Eso
sí, la música sigue sonando entre una cantidad ingente de abrojos que
llegan hasta el cuello.
El feriante no entiende de
silencios.
Descansa el río en sus riberas y
duerme una ardilla en el árbol de las sombras del pasado. Recuerdo de la
reticulada, que era del color del tronco que la guarda…y ahí pienso dejarla.
Entre brumas de gratas semblanzas y unos brazos que me cobijaban.
Yo seguiré girando y almacenando
en mi memoria momentos de gloria…porque los otros, francamente, me sobran.
Ni estoy de más ni de menos…sencillamente
soy un una mota de polvo en este efímero tiempo.
Si tengo que comer, como…si
tengo que dormir, duermo y si me tengo que morir, pues muero...otro vendrá que
ocupe esta cesta que siempre girará a expensas de tus deseos...
Sólo me queda algo que nadie
ordenará por fragmentos, ni por ritmos, ni tan siquiera por lamentos y esos,
son mis pensamientos…
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
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