Es una mañana fresca de enero, la noche pasada llovió y me he levantado con todas las calles mojadas. Aún así, he salido a desayunar al lugar de costumbre. Plaza de Belluga, franquicia de Valor.
Todo está gris, yo también.
Me reconforto en el ir y venir de las gentes. En la señora que ha pasado por mi lado y ha dejado una estela de olor a lavanda. En el señor que ha saltado uno de los charcos y casi se ha caído…en al acordeonista, raído y melancólico, que mira sin ver. Me trasmite una pena infinita…el perro juguetón, la sonrisa del niño.
Hoy las palomas están casi como yo. No las veo volar, y aunque el sol parece que quiere ir asomando, sólo es capaz de proyectar sus rayos hasta la mitad de la plaza, dejando un halo dorado y haciendo brillar las baldosas. Pero dura poco.
Algo ha pasado, algo que ni tan siquiera era real. Algo he perdido, algo he ganado… ¿pero qué?
He comenzado una búsqueda que no sé donde me llevará.
Las presencias se tornan fantasmales, no escucho la algarabía del entorno, queda suspendido entre mis recuerdos. Las ilusiones, los secretos, lo que fue, lo que nunca será…esa mirada, las prisas, la sensación de haberme equivocado. La creencia vomitiva de unas letras, el saber que nadie sueña conmigo.
No ha quedado ni la impronta de mi presencia.
Miro al cielo…gris, opaco, mortecino. Sonrío irónicamente ¡vaya! Hace juego conmigo, por lo menos los dioses están de mi lado.
Bajo la mirada y me centro en el toldo, es de un verde bonito, debe ser que me gusta ese color…hoy por suerte para mi no hay azules, ese color tan delicado y universal. No necesito que me cubran los colores…hoy no, no me da la gana.
Me fumo dos cigarros para amortiguar el nudo que se me está formando en la garganta, por estúpida, por cretina, por ignorante. Cuando siento que lo he controlado, me levanto, pago y con paso sereno emprendo mi retirada…
Regreso a casa con el corazón vacío, lo que antes pude controlar no puedo evitar que ahora ocurra, he comenzado a llorar y voy pensando, mientras el autobús gira rumbo norte, que me queda mucho que aprender, que la vida únicamente me está enseñando su peor cara, pero que algún día será capaz de hacerme sonreír.
Sin cruzar ni media palabra, todo ha quedado dicho...
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
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