Creo en ti, porque rompes con tus
caricias todas las mañanas, las estancias más solitarias, haciendo que abra sus
corolas la más delicada flor del edén. Regalas besos que nadie ve, pero llegan
frescos. Atravesando distancias…dulces y callados, escondidos, desquebrajados,
llenos de ternura y de fe.
Eres mi religión. Mi mayor logro.
La sensación en mi piel.
Me muero de miedo todos los días,
el cuerpo se inunda de inquietud, de dudas, de estados caóticos. De rendición.
Pero…
Apareces con tu magia y tu
hechizo, donando buenos augurios, perfumando mi instinto con esencias de
unidad. Y el día cambia sus tonos y se tornan suaves y claros, dejando una
posibilidad a esta locura que no tiene ni pies ni cabeza. Demencial…
Creo en ti, porque haces que mi
esperanza cobre vida y no sucumba ante la herida que el pretérito abrió, abonó
e hizo la promesa de no sanar.
Dame paso en tus venas con
plenitud ecuménica, conjuga mi nombre con el tuyo…haz del verbo más sagrado la
forma, el fondo y el camino.
Déjame mirarte un instante más, y
entre beldad y bondad…abriré mi espacio a la verdad.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
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