Abrevio, racionalizo, me elevo…me
quedo suspendida a tres palmos del suelo. Me vuelvo marioneta, río, lloro, me
enervo… me castigo, me insulto y vuelvo
a empezar. Pataleo.
La razón aprieta ante tanto hecho
irreverente y aunque me he preguntado muchas veces… ¿por qué aguanto? La
contestación llega en hebras de hilos usados y no me sirve…nada me vale.
No hay verdad, nada es genuino…
Me choco contra un muro de
imbéciles creídos. Gentes que se adornan a ellos mismos pensando que son la
orquídea que da perfume al mundo.
Criticadores natos, con falta
absoluta de conciencia. Que les provoca sembrar dolor y duda y sin omitir
detalle, se corren en sus ambientes cerebrales festenjando unos con otros lo
afortunados que son. Escaleras subidas con demasiadas rodillas, terciopelos
raídos con tanta efusión de inteligencia desgastada. Lacra de una sociedad en
decadencia que sólo piensa vivir del
cuento que les otorga unos cuantos tarados de dudosa reputación.
Aprende…
Piensa…
Establece…
Vuélvete muda.
Ciega los ojos ante tanta
supremacía.
Camina…
No hay sombras en el desierto.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
No hay comentarios:
Publicar un comentario