Oculté entre las manos mi cara,
muerta de vergüenza…ya no queda ningún sol que mirar, ninguna tierra que
abonar, ningún camino por andar.
Vi morir la esvertia ante incluso de nacer, las diamelas se
pudrieron en sus tonos y esa rosa que tanto amé dejó caer sus pétalos sin
decoro.
El polvo se tragó lo hermoso y
sólo quedó un reguero de sangre cuajada cubriendo mi rostro…
Ya no quedan lágrimas, es puro
miedo lo que brota de mi ánima, es rabia, furia, dolor y venganza…estoy cargada
de máculas que destrozan mis venas, las
rajan como si fuesen papel de seda. Nada se escribe ya en este cuerpo, nada ha
quedado en mi aliento tan solo una voz profunda que me llama por mi nombre y no
quiero atender…
Sé, que la sordera más blasfema,
la más profunda es aquella que nos negamos a escuchar cuando habla la
conciencia y, es esa conciencia las que me grita… ¡libérate!
He muerto tantas veces y tantas
he vivido que no queda cobijo para soportar la raíz punitiva con la que fustigas tanta entrega en
una vil patraña… si le hago caso te
marchas y, si la omito…no soy nada.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
Tiene esa dosis nostalgia y melancolía que agrada su lectura,
ResponderEliminarsaludos
Muchas gracias Omar por tu siempre amabilidad...besos.
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