Vengo a ti ésta noche, con el
sentido abierto y la espalda llena, rogándote que me ayudes con este peso que
me clava al suelo, que no me da tregua.
Estoy viviendo despacio y
muriendo deprisa; soy la mácula en la corola, el nombre que no se menciona, la
mujer oculta tras una cortina.
El tiempo invertido en nanas de
mentira, suena como una melopea tremendamente aburrida; el beso dado al aire
dejó mi boca vacía… la caricia se tornó pavesa elevándose con el viento, dejándome
las manos muertas.
Me dijeron que los secretos eran
gusanos que se comían las tripas. Perforando en las intimidades, haciendo
cavernas, cargándolo todo de larvas, de babas, de mocos y escaras… calaveras
que se vuelven majaderas mirándote a la cara con sus cuencas secas.
¡Maldita soledad de mierda!...que
me haces llorar de pura impotencia.
¡Yo y mi tremenda osadía!… ¿a ver
a cuento de qué, tuve que medirme con la vida?
Aquí, en lo más profundo, guardo uno que me está tragando día a día; me corroe por dentro tornándome oxido y porquería…sintiendo
como rompe en el paladar el sabor espeso del fierro que emana adusto e iracundo… que me intoxica.
Hoy con esta genuflexión me
confieso, Cristo del buen perdón; quiero volver a ser libre y que mis alas
agiten los cielos de la razón. Planear de nuevo sobre mares de corales y sentir
al dormir que sueño de pura emoción…quiero redimir mi culpa y dejar el baúl
abierto, que todos vean el secreto que tanta herida dejó…
Hoy, sencillamente quiero obturar mi corazón y de paso, dejar que se escuche,
como una liviana canción, los sonidos del silencio que guarda mi voz.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
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