Es una tarde oscura, en realidad
como casi todas las tardes. El cielo tiene ese color entre azul marino y negro claro, una luna mortecina
que asoma entre unas nubes espesas y
poco más. He bajado las persianas, prefiero cien veces la luz del flexo que la
de las farolas de la plaza, con ese reflejo amarillento que sólo crea sombras.
Estoy sentada en mi sillón
favorito, el pobre tiene ya la piel raída de tanto uso. Los píes encima de la
mesa, una posición muy personal y en la boca, un trozo de chocolate negro
deshaciéndose despacio. No engorda y calma la ansiedad.
Hace una semana que la maquina de
escribir, está parada. Un folio impoluto descansa en el carro. Lo he mirado mil
veces, lo he sentido dos mil y paso de él un millón.
Me pregunto, para qué escribo.
Para quién…y todo me lleva a un mismo punto. Para seguir en tu mundo, para
nadie…para mí, para algunos. Ni idea.
La música sigue sonando, de hecho,
me mece, me acaricia, da calor a estas cuatro paredes. A esta soledad que me
acompaña desde hace un tiempo, por lo menos rompe el silencio que me cobija.
Es una sensación placentera, creo
que de alguna manera he aprendido a ser paciente. ¿Quién me lo iba a decir? Yo,
paciente. Aunque mirándolo fríamente, en realidad no es paciencia, es asumir lo
que me toca vivir, y amortizar en cierto modo lo que ya he vivido. Y lo que sé que nunca pasará.
Miro mi pequeña biblioteca, mi
gran tesoro.
Mil libros, mil vidas, mil
muertes…dolores, desamores, angustias, amor. Mucho amor. Entre ellos los cuatro
míos…
Crecí leyendo, casi se podía
decir que era mi juego favorito. A los quince años ya me había leído todas las
aventuras de Los cinco, Los siete secretos, las obras completas de Ághata
Christie, La historia interminable y La chica del adiós. Éste último, según mi
madre no era muy conveniente, pero me lo leí. Sin contar a Zipi y Zape y los
cuentos de princesas. Luego llegó la lectura obligada del instituto, alguno de
aquellos libros me aburrió el alma hasta casi matarme. Pero otros, otros sacaron
lo mejor que llevaba dentro. Mi gusto por escribir.
Así qué, se puede decir que soy una consumidora de
letras. Una adicta total.
A veces pienso que crecer así no
ha sido muy positivo. Nunca me ha pasado nada de lo que cuentan los libros.
Entiendo que son historias que salen de las neuras de un escritor y jamás han
sido vividas en primera persona. Por lo menos las mías. Son sólo, deseos. Por lo tanto la inclinación a estrellarme en
el mundo real, ha sido mucho más autentica que los que crecieron con su muñeca
y sus ganas inmensas de ser iguales que mamá.
Donde me muevo no existe el amor
sin complejos, ni las locuras desmedidas…no hay Dartañanes, ni Condes de Monte
Cristos, ni Romeos. Sólo somos un puñado de almas intentado rescatarnos en
nuestro propio individualismo de esa
dualidad que nos sustenta. Es una especie de guerra entre lo que respiramos y
lo que anhelamos.
Nadie para un tren a caballo
(moto), sin importar si es lunes o miércoles, ni cruza el coche en la autovía
para parar el autobús donde va su chica, para decirle…no te vayas, quédate para
siempre.
¡Cuesta decir tanto las cosas! ¡Cuesta
hacerlas tanto! que producimos de lo ordinario, miserias. Cuando lo que tiene
valía, es expresar todo un sentimiento, sin peros…sin miedos, con valentías.
Arriesgando, sacándole el jugo a la vida…
Es tan complicado, que tenemos que recurrir a historias contadas
para respirar y sentir que eres la diosa, el amor de una vida, la huella que
nunca se borrará en el corazón de vete tú a saber quién.
En consecuencia, no hay ramos de
flores por sorpresa, ni aparece bajo el dintel de tu puerta el chico soñado con
tal halo de magia que se te espatarran los ojos, sí, espatarran, que es mejor y
más intenso que decir se te abren como soles.
Nadie comente locuras. Todo es
milimétricamente medido, pensado, calibrado...agónico.
Tú teléfono no suena…nadie se
acuerda de ti. No existes, no estás.
No quiero ser causa y efecto de
llenar de mariposas los sesos de nadie.
¿Para qué quiero escribir si sé
que lo que cuente nunca pasará? ¡Mírate anda! ¿Para qué quiero dar esperanzas?...
Porque la esperanza es una via sana y mucha gente que te lee es capaz de sentir
en tus letras aquello que tú añoras tanto.
Dales esa oportunidad, como te la
dieron y te la siguen dando tantos otros
escritores que posiblemente estén como tú...con los pies sobre una mesa y
pensando que su vida no tiene duende, ni calidez, ni tan siquiera compañía y
mucho menos fascinación. Proporcionales ese abrigo, ese sustento…hazlo. No te
rindas. No dejes que tu absoluta realidad transforme un ápice las quimeras de los demás.
Pero va a ser que no…no volveré a
escribir. A fin de cuentas estos pensamientos son recurrentes. Hay que tomar la
decisión de una buena vez.
La música sigue sonando, preciosa
melodía que me encierra en mi propia esencia y me libera del resto.
Ya no me queda chocolate. En un
acto de rendición sacó el folio del carro, lo arrugo y lo tiro a la papelera,
aparto la maquina de escribir. Bajo los pies de la mesa…y me digo; niña, un café con leche no estaría nada mal y de
paso trae los folios del salón, anda chata.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
bueno, bueno, un relato ameno, entretenido hasta el final
ResponderEliminarsaludos
Bendito Omar!!!!...mil gracias por tus palabras, si no fuese por ti este blog seria un fantasma...agradecida en el alma por tu presencia...besos.
ResponderEliminarMagnífico relato, Rocío, que de tan bien relatado se pregunta uno ¿Es ficción, es realidad, esta escritora abrió su corazón para los lectores o simplemente creó una ficción desde el dolor? Me quedo con esta última, ya se sabe que en cada texto el escritor queda expuesto, que escribe desde el dolor, que aquello que hirió su corazón o lo llenó de placer, es lo que despierta a la musa y entonces volcamos esos sentimientos en una historia que es un poco ficción, un poco real. Tantas veces me he sentido como ella/vos...Felicitaciones, amiga, me llegó profundamente y esa es la idea, verdad?
ResponderEliminarYo creo que la idea es contar un "algo". Supongo que cada vez que escribimos,vamos dejando un poquito nuestro.
ResponderEliminarDicen que la diferencia entre poeta y escritor, es qué el primero nace, el segundo se hace. Yo difiero un poco, pero cierto es que el halo de romanticismo que tiene el poeta, no lo tengo yo.
Me ha gustado que te guste y más que te llegue..como suelo decir, trabajo cumplido...mil besos guapisima.