Es increíble lo que cambia todo
ante mis ojos.
Abismal, profundo y tremendamente
frío, una mano que recorre los huesos hasta dejarlos secos. Aprendo que una
llanura no tiene horizonte, aunque mis ojos quieran delimitar la línea que
separa el cielo de la tierra. Por más que avanzo, siempre yerro.
No hay nada, no soy nada.
Las sendas son polvorientas, los
árboles dejaron de dar fruto…tengo el corazón como una pasa, seco, arrugado,
desnutrido. Y oteo a todos lados, me como los flancos intentando hallarte en un
espejismo de sueño y lava que rompe, escupe, quema y mata.
Qué más da si el aire ha cambiado
de temperatura, si lo que huelo es puro hielo, si lo que siento es un hueco,
profundo, oscuro y lleno de agujeros por donde se escapa el oxigeno y hierve la
sangre sin pensamientos.
Recuerdo tu rostro…totalmente
bello, sedoso, brillante, esculpiendo un cielo con tus besos.
Y ahora… ¡ahora!... ¡ay! que más
da el ahora.
Si me nutro de un pretérito y de
una incauta quimera impía, que enardece el consciente y me deja paralizado,
infausto y amargo ante la irreverente realidad…
Tahúr ante la derrota y con una
sola verdad que me acompaña en esta asquerosa pretensión de volver a mirar esa
cara que me enamoró…
Ya no veo nada…sólo distingo en
mis sesos el color pétreo de los muertos.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
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