- Me sucumbe tú sensibilidad, las
formas claras que sostienes. La mirada altiva, y sin embargo cargada de
humildad. La ilusión del niño que llevas dentro, la pugna para no perderlo…es
asombrosa.
Levanta los ojos y me mira con
fijeza.
- No sé si estás hablando en
serio o en broma –dice con voz meliflua-
Yo estoy sentada en el viejo
sillón de cretona cerca del balcón, las cortinas están descorridas dejando paso
a la luz de la mañana. Una mañana fría y destemplada de éste mes de diciembre.
Los árboles los veo opacos, si brillo. Siempre me pregunto ¿por qué todo pierde
encanto? Cada estación trae consigo bellezas, pero hace un tiempo que he dejado
de contemplarlas, sólo distingo colores pardos.
He encendido un cigarro, sé que
no le gusta que fume y mucho menos que lo haga en su casa, pero no dice nada…
dejo un espacio abierto entre él y yo.
- Estoy destrozado y no entiendo
nada. Antes de ayer decía que me quería y ayer hizo las maletas ¿y tú me vienes
con ojos y pugnas? Eres mi amiga, ayúdame a entender y déjate de gilipolleces
¡joder!
Se ha levantado de golpe ante mi
silencio, se acerca al mueble del fondo del salón y abre una de sus puertas,
saca dos vasos y desde lejos me indica si quiero…digo sí con la cabeza y llena
sendos vasos con güisqui.
- Dime ¿Cuándo piensas dejar que Peter Pan regrese a los mundos de nunca jamás? ¿Cuándo
te vas a dar cuenta que no haces las cosas bien?
- Yo me doy cuenta de todo,
Carla, de todo. Toma, no tengo hielo –me alarga el vaso-
Espero que tome de nuevo asiento,
está frustrado, hecho una verdadera pena. La camisa por fuera del pantalón, el
pelo hecho una maraña de tanto mesarlo con las manos. Pero él, y sólo él se lo ha buscado, aunque no
sea capaz de darse cuenta.
Se bebe medio de vaso de un trago
y se queda fijo en un punto de mis zapatos, o eso creo.
- No puede hacerme esto, Carla.
Todo iba bien, no pasaba un día sin que me dijese diez veces lo mucho que me
quería, hace tres noches hicimos el amor…es increíble. Y de pronto, se va. De
pronto hace las maletas y me dice que se va y, se ha ido para siempre. ¿Y yo
soy el culpable?
- Pero tú me has confesado que
nunca llegaste a estar enamorado de ella. Que sabias que era la mejor mujer que
Dios te había puesto delante, pero no llegabas a sentir por ella lo que habías
sentido por otras. Nunca te enamoraste de Mamen y, se lo decías. Isaac…ella lo
sabía. Ella sabía que no estabas enamorado y se mantuvo a tu lado por lo mucho
que sentía por ti. Pero creo que si sumas a esa información tus devaneos con
otras mujeres…te sale la suma clara, sin decimales –tomé un sorbo de güisqui,
lo noté áspero, casi agónico. Carraspeé para aclararme la garganta antes de
formular la pregunta- ¿Qué has hecho esta vez?
- Nada. Bueno…algo ¡joder!
Se ha cubierto la cara con las manos.
De alguna manera intenta esconder su pecado.
Yo no he hablado con Mamen, pero
me resulta extraño que se marchara sin decir adiós. Conozco los sentimientos de
esa mujer ante el despojo que tengo delante. Es amor; lo ha amado, lo ama y
creo que lo amará toda su vida.
La mañana se presenta larga,
acomodo mi cuerpo de nuevo poniendo los pies encima del brazo del sillón. Un
haz de sol se filtra por los cristales dando de lleno en la alfombra. Me quedo mirando las pequeñas motas de polvo que
brillan como estrellas y, preguntándome por qué el amor es tan complicado.
Cuando te aman, tú no amas…cuando
tú no quieres, el quiere. Vaya despropósito de vida, de gentes y de
estupideces. Somos realmente una pandilla de tarados. Pero los sentimientos son
así, no existe una pastilla que al tomarla haga crecer el cariño por una
persona. Es algo que nace, que surge…que no se puede moldear a capricho.
Acerco el vaso a mi boca y tomo
otro trago.
- ¿Qué has hecho esta vez?
Repito la pregunta y suena como
una losa en los oídos de Isaac. Odia que lo conozca tanto, odia no poder
mentirme. Odia no tener excusa…
- Fue hace dos semanas. Al salir del trabajo pasé por el bar de Lolo,
ella estaba en la barra. Nos pusimos a charlar, bebimos…no me mires así por
Dios Carla.
Sé lo que va a llegar en esa
historia que está empezando a desvelar. Lo miro así porque no entiendo que
tenga la osadía de decir que no sabe por qué se ha ido Mamen. Si me estuviese
permitido, le daría dos bofetadas…pero no soy su madre, sólo soy su mejor amiga
y como tal me toca escuchar, consolar en la medida que pueda y aceptar que es
así.
- Sigue, no hagas caso de mis
ojos…cuéntame.
- Bebimos, sé que eso no es
excusa, pero te cuento lo que pasó.
Terminamos follando en el hostal que hay dos manzanas más abajo.
- ¿y?
- Cuando llegué a casa le dije a
Mamen que se había complicado la tarde en la oficina, que había tenido que
pasar por varios clientes.
- ¿entonces?
- Entonces… es que quedé con ella
otra vez. Es sólo sexo, Carla. Yo quiero a Mamen.
- ¿Y si quieres a Mamen, por qué
follas con la primera tía que se te pone delante?
- Creo que es inseguridad. No lo
sé…no tengo ni idea. Te puedo decir que cuando me miran las mujeres, me gusta
y, si me proponen o me insinúan no sé decir que no. Me gusta follar por follar…
¿lo entiendes? Al margen de los sentimientos.
- No, no lo entiendo, pero no
creo que eso importe mucho. Quiero decir que no es a mí a quien tienes que
convencer.
- Quiero que vuelva…la quiero.
Quiero a Mamen, Carla.
- ¿Cómo se entero Mamen?
- Se lo dije yo.
Lo miro a la cara. No puedo
decirle lo que pienso, porque si lo hago lo mato de un infarto. Las ganas de
gritarle se hacen inmensas, forman un nudo en mi estómago…valiente cretino. Me
bebo de golpe lo que queda de liquido, entra caliente, quemando, noto como se
desliza por la traquea.
- ¿Quieres otro? –Me pregunta
mirando mi vaso vacío- yo me voy a servir uno doble.
- Sí, rellénamelo.
Se levanta. No entiendo al ser
humano. Primero golpeas, rompes hasta lo más sagrado a puñetazos y después te
lamentas.
Yo tenía que estar acostada, es
domingo, el único día que tengo para hacer el vago. Sin embargo aquí estoy,
escuchando a un cantamañanas en sus gimoteos y bebiendo güisqui sin hielo para
anestesiar las neuronas. No he podido decirle que no cuando ha llamado llorando
a las ocho y media. Con lo fácil que se supone que tiene que ser decir no. Pues
no, es si. Es sí siempre, es sí cuando no quieres, cuando no te apetece, cuando
no soportas…si, si, si, si.
Desvío mis pensamientos. Lo
hecho, hecho está.
- ¿Me dices que hago para
recuperar a Mamen? ¡Vamos Carla!
- No tengo ni idea. Llámala,
habla con ella, no la presiones. Dale su tiempo, ella te ama, creo que si haces
por ganártela, pero de corazón y con el firme propósito de no cagarla de nuevo,
igual vuelve contigo.
- ¿Y si me dice que no? quedaré
expuesto.
Encima cobarde…
- El no ya lo tienes Isaac…ve
mejor a por el sí. Gánate ese sí.
- Creo que no es mala idea…eso
haré.
Suena un teléfono. Miro a ver si
es el mío, tenemos la fea costumbre de poner todos los amigos la misma
sintonía. Otra estupidez. Es el de
Isaac.
Está hablando en voz baja, es una
conversación que no debe importarme, así
qué me meto de nuevo en mis contemplaciones.
En un principio me mantengo así,
expuesta ante esos cristales que dejan ver un parque, un cielo y miles de vidas
deambulando de aquí para allá. Así es la ciudad, una marea de pensamientos que
no se pueden reflejar. Si pudiera escucharlos todos, seria una locura sin
coherencia.
La voz de Isaac me llega nítida, no habla
fuerte, pero en el silencio puedo entender que está diciendo.
- No te preocupes belleza, que
esta tarde en el hostal te follo enterita, no va a quedar un trocito de ese
pedazo de cuerpo sin lamer…
Dejo el vaso encima de la mesa de
centro. De pie, espero que termine de hablar. Se ha dado cuenta que lo he
escuchado. Se despide precipitadamente y viene a mí con cara de cordero
"degollao". Sólo me salen unas pocas palabras.
- Si llamas a Mamen y vuelve
contigo, ya me ocuparé yo que marche de nuevo de tu lado. Eres un miserable, cretino,
enfermo y subnormal.
No se atreve a contestarme.
El portazo que doy al cerrar la
puerta me acompaña hasta mi casa…
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos Reservados*
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