¿De qué sirve?…Me pregunto
mientras camino en silencio pisando
charcos, guiándome por instinto en esta ciudad cargada de humedad, de grafittis
en las paredes, de caras que no reconoceré mañana.
Me digo que el esfuerzo no
compensa, que los milagros sólo existen en los libros que chorrean melaza, que
a la vuelta de la esquina no estarás tú…
Se desdobla la esquina, y miro
todavía por sí…¡que estupidez, joder!.
Creo que soy la ficha amarilla de
un juego imbécil, donde los sentimientos son los dados y las palabras, el
cubilete. Hoy sales tú, niña, con un tres y un dos, el cinco te abre paso.
Quizá sin darme cuenta, o dándome,
pisé el tablero y me aposté en mi color, esperando ¿qué?, esperando ese jodido
milagro.
Pasan las horas convirtiéndose en
días, y los días en semanas y entro en ese espacio de libertad y, nunca estás. Hoy no toca, han salido dos seis,
la ficha roja ha avanzado un cuarto y me ha devorado.
Y sigo andando y, me sigo
preguntando…
Y me digo que le haga caso a la
razón, a los hechos que marcan estados…nunca te ha llamado, no existes, no
vales, no eres…no estás.
¿Qué has visto? ¿Qué has sentido?
¿Por qué sientes?
Puedo pensar que he caído en su
trampa, pero francamente, eso sería muy prosaico y hasta casi injusto.
Es más sencillo admitir que he
errado, posiblemente por la carencia de un algo de ternura en mi vida o por
creer que todavía existen príncipes encantados, rotos de amor, por una rana
coja. Aunque esa rana, sé que no soy yo.
A propósito de…sigue lloviendo y
me sigo preguntando.
Voy asumiendo.
*Rocío Pérez Crespo*
*Derechos reservados*
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